Turquía ya no quiere la basura europea
Después de China, Turquía dejará de importar los residuos europeos que llegan por miles de toneladas a sus vertederos contaminando el suelo, el agua y la atmósfera
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Niños a pico y pala (programa completo)
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Turquía, que se había convertido en el principal destino para los desechos procedentes de Europa, ha decidido dejar de aceptarlos a partir del próximo 3 de julio. El Ministerio de Comercio de Turquía ha retirado de la lista de polímeros importados el plástico de polietileno, presente en el 99% de los residuos que recibe.
La mayor parte de la basura procede de Reino Unido, que exporta casi la mitad de sus residuos a Turquía, llegando a las 210.000 toneladas en 2020. Pero el informe de Greenpeace “Basura: Cómo Reino Unido sigue arrojando residuos de plástico al resto del mundo”, revela también que la propia Unión Europea envía 241 camiones de plástico a Turquía cada día.
Con una enorme falta de infraestructura, lo más habitual es que esa basura acabe tirada al aire libre o quemada de forma irregular.
Julio Barea, portavoz de Greenpeace, recuerda que antes de 2018 estos residuos se enviaban a China, uno de los principales receptores mundiales de basura europea, pero acabó cerrando sus fronteras a cualquier material que no estuviera valorizado, seleccionado y clasificado.
Tras esto, se empezaron a enviar a otros países del sudeste asiático como Tailandia y Malasia, donde acababan igualmente tirados de forma irregular. “A raíz de estas denuncias Tailandia y Malasia han devuelto a los países europeos varios contenedores que venían con una clasificación que no se correspondía a lo que contenían”, asegura Barea.
La acumulación de basura expone al medio ambiente y a las personas que viven en su alrededor a graves niveles de contaminación. “Esa contaminación tiene un efecto enorme en las plantas, los peces, pero también en otros animales y en los humanos”, asegura Sedat Gündoğdu, investigador de la Universidad de Cukurova, quien ha comprobado los muchos vertederos ilegales que hay en Turquía.
“Los plásticos se degradan con el tiempo, se convierten en microplásticos y también contaminan la atmósfera y el aire que respiramos”, recuerda.
Gündoğdu subraya que los europeos “separan su basura y la clasifican cuidadosamente dependiendo de si es plástico, metal o papel, pero esa gente debería saber que mucho de ese plástico termina contaminando nuestra tierra, y daña el ciclo de nuestra vegetación”.
“Ese plástico se arroja y se quema en espacios abiertos, en grandes terrenos agrícolas en los que hay ríos, y todos los restos de ese plástico, componentes químicos muy tóxicos, terminan en afectando a todo el entorno”, lamenta.
Una cuestión económica
Pero se trata de una cuestión puramente económica, explica el portavoz de Greenpeace. “Es más rentable exportar la basura más de 12.000 kilómetros en un barco que tratarla en nuestro país o tener que enterrarla en nuestros vertederos”, lo que además se va a encarecer por la nueva ley de residuos.
Greenpeace pide que los residuos que se generan en un país se traten en el propio país, ya que son “envases que han pagado el punto verde” para ser recuperados y reciclados en nuestro país. Esto también genera un problema económico a las empresas europeas de reciclaje, defiende Barea, porque no reciben el material suficiente para rentabilizar su negocio.
Barea reconoce que el reciclaje en España no es rentable y que con el reciclaje no basta, sobre todo porque no se realiza en los hogares la separación correcta de residuos. Así, “el 80% de la basura urbana se recoge de forma mezclada”. Por eso la organización aboga por la reducción del consumo y generación de residuos, además de poner a la venta envases que sean reutilizables y no de usar y tirar.