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Aumentan los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria durante esta pandemia

El estrés y la ansiedad por el aislamiento social y la saturación de las citas médicas ha desarrollado la enfermedad en personas que tenían riesgo de padecerla

Aumentan los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria durante esta pandemia

Aumentan los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria durante esta pandemia

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Con 13 años, Natalia (nombre ficticio) siempre ha sido considerada como una buena estudiante, muy exigente consigo misma, además de extrovertida y con su propio grupo de amigas. Nunca ha sufrido ningún tipo de acoso escolar, además de vivir en un entorno "tranquilo", según cuenta su padre. Desde hace dos años, escucha K-Pop, un conocido género musical de origen surcoreano muy conocido por las grandes masas juveniles. Uno de sus grupos más conocidos es Twice, nueve cantantes que fomentan un estándar de belleza femenino: delgadez extrema, rasgos fáciles finos y ojos muy grandes.

Durante la cuarentena, Natalia sufrió mucho estrés con las clases online, perdió el contacto con sus amigas y las largas horas muertas le permitió escuchar más que nunca a sus grupos de música favoritos, indagar en nuevas páginas por Internet y plantearse una serie de cosas, que quizás antes no tenía en mente.

Nunca tuvo problemas con la alimentación, pero un buen día, Natalia comenzó a aumentar su ingesta de líquidos y a coger como rutina beber un vaso de agua con limón antes de dormir. A medida que pasaban los días, inició una especie de dieta donde combinaba una reducción de las calorías que comía con un aumento en la duración de las comidas. "Pasaron de ser de 20 minutos a una hora y media, ya que marcaba mucho los tiempos cada vez que daba un bocado", explica su padre. Pasó de ser una niña alegre a ser una persona más retraída y con síntomas de empezar una depresión. Y en el cuarto mes, el deterioro físico fue más que evidente cuando "empezamos a ver que perdía aproximadamente un kilo cada 10 días", dice su padre. Definitivamente, Natalia había desarrollado en esos tres meses un Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA), concretamente una anorexia nerviosa.

Natalia no pudo ir a su primera terapia hasta el mes de agosto. Un ejemplo de muchos otros de cómo la pandemia ha agravado los casos de Trastornos de Conducta Alimentaria. Durante el primer confinamiento las peticiones de ayuda a la Asociación Catalana contra la Bulimia y la Anorexia (Acab) se triplicaron y desde junio a noviembre los casos se han multiplicado por dos. Especialmente solicitado por padres, parejas y adultos afectados. Al final de este año habrán atendido 5.000 nuevas demandas, frente a las 1.900 de 2019. "El confinamiento ha destapado casos ya existentes, agravado casos que ya se habían diagnosticado y ha desarrollado casos nuevos de personas que estaban en riesgo", explica Sara Bujalance, directora de esta organización.

Un niño triste.

Un niño triste. / Getty Images

Un niño triste.

Un niño triste. / Getty Images

Una enfermedad que es especialmente vulnerable entre los más jóvenes, aunque afecte a más del 19% de la población, según datos del Ministerio de Sanidad. En España hay 400.000 personas con un Trastorno de Conducta Alimentaria, de las que 300.000 tienen entre 13 y 24 años, siendo esta la tercera causa de enfermedad crónica en la adolescencia. “Hasta hace unos años la franja para desarrollar un TCA era entre los 12 y 21 años. Ahora estamos diagnosticando casos en niños y niñas de entre 9 y 10 años”, manifiesta Bujalance.

El 34% de las niñas de entre 12 y 16 años han hecho dieta alguna vez

"La presión por tener un cuerpo 10 es mucho mayor ahora", explica Clotilde Vázquez, jefa del Servicio de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Diaz. Tanto, que el 34% de las niñas entre 12 y 16 años han hecho dietas sin ningún tipo de control en algún momento de su vida -frente al 22% de los chicos-, según Acap. Un dato alarmante si observamos que más del 50% lo ha acompañado de conductas de riesgo como vómitos, comer menos o saltarse las comidas, lo que puede desencadenar un Trastorno de Conducta Alimentaria. Sara Bujalance advierte que encontrar a un niño de esta edad haciendo un cambio de su alimentación debería de "alármanos tanto como si le encontramos tomando algún tipo de droga porque es una conducta de riesgo".

Por su parte Vázquez explica que "el 90% haga una dieta no tiene importancia, pero un 10% puede desarrollar la enfermedad por su carácter y estructura psicológica". Aunque recomienda que los padres "estén siempre atentos" a este tipo de hábitos alimentarios que optan sus hijos porque la mayoría de las personas que padecen un TCA iniciaron el trastorno de esta manera. "No es malo tener inquietud por comer de una forma sana o cuidar nuestra imagen", explica David Núñez, psicólogo especialista en Trastornos Alimentarios y director de la Clínica de Psicoterapia Complutense. Pero añade que "cuando la alimentación y la imagen física se convierte en una obsesión, en una forma de tapar otras dificultades o carencias de nuestra personalidad, podemos afirmar que se ha convertido en un problema".

Además, que el mayor conflicto de un Trastorno de Conducta Alimentaria no es la alimentación sino la relación que tiene la persona que lo padece consigo misma. En definitiva se trata de un problema con su identidad y con "su autoconcepto", lo que hace que vean su cuerpo distorsionado, según Núñez. "Los trastornos de conducta alimentaria se sienten atrapados y encerrados en la percepción que muchas veces está distorsionada en el propio cuerpo". Un malestar que se dispara con el agobio que genera un confinamiento en casa. Para Núñez, la cuestión no está solo en centrarse en la alimentación, pérdida de peso o las autolesiones. Hay que intentar entender y hacer entender qué sentimientos abundan en una persona con dicho trastorno mental. "Es vital preguntar cómo se sienten", manifiesta.

En cuanto a las causas, los expertos consultados para este reportaje afirman que no tiene una respuesta concreta, sino que es un compendio de muchos factores como el cultural, el social y el psicológico. Y coinciden en que lo más efectivo es la prevención y acudir a especialistas para poder llevar a cabo un correcto tratamiento, de haber detectado el problema. La directora y psicóloga Sara Bujalance recomienda las comidas en familia, al menos una vez al día y estar muy pendientes del estado de ánimo del niño. Mientras que David Núñez apela a la formación emocional de la persona. "Si va creciendo con educación, en valores, enseñándole el conocimiento personal y el manejo de las emociones, fortaleceremos su estructura de personalidad y disminuiremos la posibilidad de padecer una TCA en la edad adulta".

Eso sí, la mayoría de los casos salen adelante como el de Natalia. Hoy es más feliz que hace unos meses, tiene una mejor relación con la comida y ha recuperado prácticamente el peso que perdió durante este tiempo. Su padre explica que es imprescindible detectar el problema cuanto antes y que ambas partes, padres e hijo, sean conscientes de ello. "De esto se sale", afirma. “El camino es largo, tortuoso, lleno de baches y con una alta carga emocional pero después ves la evolución en positivo de tu hija y te das cuenta de que todo el esfuerzo ha merecido la pena”.

 
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