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Opinión

Creí ver o quise creer

Más vale que Casado lo acepte, reconozca que hoy por hoy no puede oponer alternativa y acabe de una vez con un obstruccionismo que a nada conduce y a nadie beneficia

El obstruccionismo que a nada conduce y a nadie beneficia

El obstruccionismo que a nada conduce y a nadie beneficia

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Madrid

No sé si es porque los paralelismos en las recetas contra el virus que vemos se aplican en Francia, Bélgica, Italia han dejado en ridículo ciertos excesos críticos en nuestro país o porque Pablo Casado ha decidido bajar el gas, el hecho es que ayer creí ver que las discrepancias, muy serias, se cruzaban, sin embargo, en el terreno de los hechos y no en los juicios de pérfidas intenciones. Creí ver o quise creer. Tal vez pensé, después de mucho griterío, hemos aprendido todos que al COVID solo se puede combatir en serio con confinamientos radicales. Y como eso no lo vamos a hacer para salvar la economía, pues hemos comprendido que todas las soluciones son parches, las de unos y las de otros.

Todas son parciales, todas insatisfactorias y todas discutibles. Lógico si, que susciten peleas serias y conflictos de intereses que hagan saltar chispas. Pero seguramente carece de sentido cargarlas con términos de argumentos incendiarios como los que la derecha lleva utilizando desde el principio de la crisis: "arresto domiciliario", "dictadura bolchevique", deseos de arruinar a los adversarios o que por lo menos estas barbaridades quedarían recluidas en los círculos del irredentismo mediático.

Eso es lo que creí ver o quise creer. En este sentido, saludé el nuevo aire que parecía traer el presidente del PP y que ojalá confirme, pero no porque suspiré por la vuelta del bipartidismo, como alguien ha dicho. La complejidad del Congreso me parece el reflejo de la realidad española y de la voluntad de sus ciudadanos, complejidad que nunca me ha parecido un defecto de esta sociedad, sino, por el contrario, su rasgo más noble y definitorio.

Más vale que Casado lo acepte, reconozca que hoy por hoy no puede oponer alternativa y acabe de una vez con un obstruccionismo que a nada conduce y a nadie beneficia. Creí ver, porque quise creer, que los dos partidos principales, en su condición de líderes de los dos grandes bloques ideológicos y a la vista del dramatismo de la situación y de lo que se avecina, habían decidido entrar en un tiempo de rivalidad regida por el Código de la Inteligencia Aplicada, que dice "tengamos todos los problemas que tengamos que tener. Pero ni uno más. Evitemos todos los problemas que podamos evitar y ni uno menos". 

 
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