Un asesinato que acabó en doble tragedia
Tras exiliarse por el asesinato de Julio César, Bruto y Casio se enfrentaron a Octavio y Marco Antonio en la doble batalla de Filipos. El 23 de octubre del año 42 a.C. significó el fin para uno de ellos
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Un asesinato que acabó en doble tragedia
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Si os menciono el nombre de Bruto, lo primero que os vendrá a la cabeza fue el asesinato de Julio César, un momento histórico al que Shakespeare añadió, siglos más tarde, la frase que lo acompañará para siempre: “¿Tú también, Bruto, hijo mío?”. Efectivamente, el día en que César fue apuñalado por un grupo de senadores romanos fue un mal día para él; para Bruto, en cambio, debió ser todo lo contrario: creía había logrado su objetivo de liberar a la República de un gobernante que, a su juicio, había acumulado más poder del que les convenía a todos. Pero Bruto había subestimado la popularidad de César entre la población de Roma, y el asesinato de César fue, contra sus pronósticos, el principio del fin para él.
En lugar de ver a los asesinos de César como liberadores, la opinión pública los consideró traidores, cosa que Marco Antonio utilizó en su favor. Bruto y Casio, su principal cómplice, no tuvieron más remedio que exiliarse. Se fueron a Grecia, donde acumularon todo el oro que pudieron y juntaron un ejército para hacer frente a lo que les venía encima. Octavio, heredero de César y futuro primer emperador de Roma, y Marco Antonio se enfrentaron a ellos en la doble batalla de Filipos. Tras el primer combate, las fuerzas de Casio resultaron vencidas, y él se suicidó.
Veinte días más tarde, el 23 de octubre del año 42 a.C., Bruto lideró el segundo ataque, que también acabó en derrota para él. Habiéndolo perdido todo, y con pocas ganas de ser capturado por el ejército enemigo, Bruto no vio otra solución que dejarse caer sobre la punta de su propia espada. A pesar de haberlo declarado traidor, Marco Antonio le dio un funeral honroso, ya que consideraba que, a pesar de todo, Bruto no había actuado movido por ambiciones personales, sino por el bien de Roma.