El timo del Gigante de Cardiff
George Hull mandó esculpir una figura humana y la enterró con ayuda de William Newell en Cardiff, en el estado de Nueva York. Un año después, el 16 de octubre de 1869, comenzaron su plan
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El timo del Gigante de Cardiff
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Dentro de los tunantes que se tomaron grandes molestias para engañar al público, pocos pueden competir con George Hull. En el año 1867, después de una acalorada discusión con un cristiano devoto, que le aseguraba que la Biblia decía que los gigantes habían poblado la tierra antes que los hombres, Hull, un ateo convencido, decidió reírse de estas convicciones… y de paso ganar algún dólar en el proceso.
Hull compró un gran bloque de yeso en Iowa, lo llevó a un escultor de Chicago y le pidió que esculpiera una figura humana. Cuando este lo tuvo completado, lo metió en un contenedor igualmente gigante y lo transportó hasta el pueblo de Cardiff, en el estado de Nueva York. Ahí le pidió a William Newell, un familiar lejano, que lo enterrara en su granja. Así lo hizo. Esperaron un año y el 16 de octubre de 1869 pusieron en marcha su plan. Newell pidió a dos trabajadores que excavaran un pozo cerca de su granja. Al cabo de poco, encontraron el gigante. La noticia corrió como la pólvora y en seguida empezó la especulación sobre sus orígenes. Mientras se sucedían estos debates, cientos de personas se acercaron a ver al Gigante de Cardiff. Newell decidió cobrarles medio dólar por la visita, y cuando George Hull vino pocos días después, decidieron aceptar la oferta de un grupo de empresarios, que les dio 30 mil dólares por la escultura.
Vendieron en el momento justo, porque poco después empezaron a surgir voces poniendo en duda el valor histórico del gigante. Eso sí, no sólo se siguió exhibiendo, si no que pronto surgieron copias del gigante. Ciertamente, el siglo XIX fue un mal siglo para los crédulos y uno excelente para los avispados, como George Hull, nuestro héroe de la jornada.