La prohibición de los plásticos de un solo uso, amenazada por el lobby de la industria química
Oceana denuncia que la Comisión Europea ha reabierto la definición de los plásticos, dando vía libre a que se sigan fabricando productos de un solo uso con materiales plásticos alterados
Punto de Fuga: 'La prohibición de los plásticos de un solo uso, amenazada por el lobby de la industria química'
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Madrid
La Unión Europea aprobó el año pasado una directiva de plásticos de un solo uso, sin embargo, para trasladarla a una normativa en los países, que deberán adaptarla antes de julio de 2021, ha sido necesario reabrir la definición de qué es un plástico. Y esa nueva definición que se maneja en la Comisión Europea puede dar lugar a que los plásticos de un solo uso sean sustituidos por otros similares fabricados con materiales diferentes.
La presión de los fabricantes de plásticos abre la posibilidad de que se sigan usando materiales prohibidos. Por eso Oceana ha lanzado una campaña para que se considere plásticos a los plásticos. La directora de la campaña de Plásticos de Oceana en Europa, Natividad Sánchez, denuncia que estos lobbys “están intentando que determinados procesos químicos no se consideren como tal y se consideren materiales alterados”.
De esta forma, sería posible producir artículos como las bolsas de patatas fritas, los cubiertos de usar y tirar o las pajitas con celofán y esto no se consideraría plástico de un solo uso. Este tipo de productos, explica Sánchez, “tienen mucha tendencia a convertirse en basura dispersa, es decir, se encuentran en medio de la naturaleza porque pesan poco y se los lleva el viento”.
“Tampoco existe ningún estándar europeo que garantice qué producto es biodegradable en el mar”, dice la directora. De todos modos, el plástico no desaparece en el mar, se convierte en microplásticos y acaba entrando en la cadena alimentaria.
Además, las empresas químicas y fabricantes de plásticos han logrado que en el borrador de la normativa se modifique el tamaño de lo que entendemos por nanoplástico, lo que Sánchez considera especialmente grave por el impacto sobre la salud que tienen los plásticos y que aún desconocemos. “Alterar el tamaño de lo considerado como nanoplásticos es muy peligroso porque puede hacer que las micropartículas de plástico que se incorporan a determinados productos sean cada vez más pequeñas y más difíciles de gestionar”.
Para Sánchez, la normativa europea debería avanzar en la cultura de reutilizar los productos, centrándose en el concepto “de un solo uso” que va asociado a los plásticos. Solo el año pasado se fabricaron 88.000 millones de botellas de plástico. Si las colocásemos todas una detrás de otra, nos alcanzarían para llegar y volver a la luna 30 veces.
Tras el bajo coste de estos productos desechables se esconde un alto precio medioambiental. Un estudio reciente calcula que cada tonelada de plástico que se fabrica tiene unos costes adicionales ocultos de 1.000 dólares (basados en el impacto en emisiones, la contaminación marina y los costes de recogida). “Cuanto más barato es un producto, más coste oculto tiene”, subraya Sánchez.
Más importante que el reciclaje, dice, es la reducción, por ejemplo, que las empresas de refresco vuelvan a los sistemas de depósito.
El etiquetado de los envases para indicar su impacto ambiental supone otro punto de discordia en la directiva europea, ya que al esquivar la norma fabricando con otros materiales, las empresas evitarían pagar unos costes de información o recogida de esos productos que deberían asumir.
Las empresas de gran consumo son las más contaminantes, explica la directora de la campaña de Plásticos de Oceana en Europa. Coca Cola, Nestle y otras empresas de alimentación lideran el ránking de la basura que acaba mayoritariamente en las playas y en el fondo del mar en un porcentaje del 99%, lo que la hace difícilmente recuperable.
Los impactos ambientales y en la salud humana han llevado a que muchos países hayan prohibido la importación de plásticos, países que eran utilizados como vertederos por occidente. En 2018, tanto Tailandia como Malasia anunciaron prohibiciones a las importaciones de chatarra de plástico para 2021; en 2019 India y Vietnam hicieron lo mismo con sus propias prohibiciones de importación de plástico e Indonesia ha restringido las importaciones de desechos no reciclables.
Estos países también están tomando medidas enérgicas contra las importaciones de desechos extranjeros contaminados, enviándolos de regreso adonde vinieron. En mayo de 2019, por ejemplo, Filipinas logró que Canadá recuperase los desechos que habían sido mal etiquetados y arrojados allí seis años antes, en total, unas 3.000 toneladas de residuos, o alrededor de 50 contenedores llenos.