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"La Perrata", un referente flamenco en la sombra

Silvia Cruz Lapeña rescata la vida de la cantaora María Fernández Granados, La Perrata, con la ayuda de un testigo excepcional: su nieto el pianista Dorantes

María La Perrata con su nieto Dorantes / Foto cedida por Dorantes

Madrid

María Fernández Granados nació en Utrera en 1922, y ya desde muy joven dejó entrever el increíble talento que poseía como cantaora flamenca. La Perrata, como se la conoce en el mundillo, llevó el arte gitano y flamenco por bandera durante toda su vida aunque, por diferentes razones, no se dedicó a ello de forma profesional.

En los Descartes de la historia de esta semana, Silvia Cruz Lapeña pone el foco en la vida de esta artista tan poco conocida fuera del mundo del flamenco y cuyo nombre no ha trascendido, pero que tuvo un papel fundamental como artista y como parte de una familia llena de talento.

Descartes | María Fernández, La Perrata: La voz oculta del flamenco

22:14

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Para ahondar y dar luz a la historia de la cantaora sevillana, hemos contado con la participación de alguien que la conoció muy bien: su nieto, el pianista Dorantes, con quien mantenía una relación muy especial: "Mi abuela era una persona con la verdad en la boca mientras cantaba, algo que es extremadamente difícil. Le ayudaba esa mochila llena de viviencias y de cultura gitana que llevaba a cuestas", comenta.

Dorantes afirma que, a pesar de la época que era, su abuelo nunca fue un impedimento en la carrera de La Perrata, sino que para ella el flamenco era su válvula de escape: "Ella era capaz de aguantar el cante, de dejar que recorriera esa distancia entre las entrañas y la garganta... Esperaba hasta que ese cante llegara", recuerda el pianista.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     Además, su nieto no ha dejado pasar la oportunidad de destacar la relación que tenía La Perrata con sus hijos, entre los que destaca El Lebrijano, sin quien no se entiende la historia reciente del flamenco y que hizo de su obra una reivinficación de los gitanos y de su cultura. Fueron sus hijos, precisamente, quienes insistieron en que María grabara su música para mantener ese legado.

"Mi abuela escuchaba de todo, desde los Rolling hasta Pavarotti, nunca se asustó cuando le dije que iba a ser pianista", recuerda Dortantes. "Entraba en el estudio donde yo estaba, se arreglaba el moño con unas horquillas y tocaba conmigo algunos compases al piano".

La vida de María La Perrata ha sido la última de las historias rescatadas por Silvia Cruz, jefa de redacción y periodista en Vanity Fair, en esta temporada de los Descartes, esas mujeres que no salieron en los libros de historia y que se quedaron en los márgenes.

 

 
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