El cine en la SEREl cine en la SER
Ocio y cultura

Carlos Marqués-Marcet: "Guillem Agulló era un luchador antirracista"

El director catalán presenta en el Festival de Málaga 'La mort de Guillem', el retrato del asesinato de un joven valenciano de 18 años a manos de un grupo de ultraderecha que desencadenó la lucha antifascista

Una de les escenes del film 'La mort de Guillem' (horitzontal) / Cedida a l'ACN per Som*, SUICAfilms i Lastor Media (ACN)

Una de les escenes del film 'La mort de Guillem' (horitzontal)

Málaga

Solo un mes duró la investigación del atentado contra Joan Fuster, el escritor valenciano al que la ultraderecha le puso una bomba. La ultraderecha no interesaba, más bien era útil, al menos, en lugares como el País Valencià, donde los poderes fácticos del viejo régimen, que hacían la Transición, temían que pudiera fomentarse una alianza con Cataluña. La alianza existía, aunque no era política, sino cultural, algo que ha existido siempre, desde los tiempos de Ausias March incluso. Pero el 77 era otra cosa. Los grupos ultras camparon a sus anchas para romper cualquier alianza catalanista, algo que vino muy bien al temor federalista que venía de arriba. Joan Fuster no fue su única víctima.

Y de esos polvos, otros lodos, como muestra a la perfección La mort de Guillem, un filme de Carlos Marqués-Marcet, que comienza con fogonazos de aquel tiempo, la transición, hasta situarnos en el 11 de abril del año 1993, donde la violencia de esa extrema derecha, sigue en Valencia, arraigada y protegida. El director de 10.000 Kilómetros y Los días que vendrán, que ha ganado dos veces la Biznaga de Oro, llega al certamen fuera de concurso en esta edición post COVID-19 del Festival de Málaga.

La mort de Guillem trata un hecho real, el asesinado del joven de Burjassot, Guillem Agulló, a manos de un grupo de neonazis. Un caso que se convirtió en un símbolo de la lucha antifascista en Valencia y en toda España, y que acuñó ese lema tan tarareado, incluso hoy, de "Guillem Agulló, ni olvido, ni perdón". Pero hubo olvido y hubo perdón, como cuenta la película.

La defensa dio la vuelta al juicio criminalizando a la víctima y el asesino, Pedro Cuevas, pasó solo cuatro años en la cárcel. Años después volvió a ser detenido por tenencia ilícita de armas prohibidas y por asociación ilícita (pertenecían al Frente Antisistema). A él y a sus compañeros de grupo se les requisaron un lanzagranadas, escopetas de cañones recortados o hachas de doble filo, además de esvásticas y propaganda nazi. Fueron absueltos al declararse ilegales las escuchas policiales que permitieron su detención.

La película no puede llegar en mejor momento. En tiempos donde el nazismo y el antinazismo están igualados en una opinión pública que parece haber olvidado el pasado reciente y no haber leído en su vida, sin siquiera en diagonal, la Declaración Universal de Derechos Humanos. Esa equidistancia ha dado alas a los mensajes racistas, homófobos, machistas y antidemócratas de los grupos ultras. Lo mismo que ocurría en el juicio que muestra la película. La ultraderecha consiguió los mejores abogados, los gobiernos, del PSOE primero y luego del PP, no quisieron involucrarse en nada, a pesar de que la sociedad valenciana estaba fragmentada. Por eso, es significativo que desde la Generalitat Valenciana apoyen ahora esta película, ese apoyo cinematográfico es, de alguna manera, un apoyo a la familia de Guillem.

"Quizá en Madrid es más conocido el caso de Carlos Palomino, pero para Valencia fue un acontecimiento clave que dividió la sociedad valenciana en dos. Para muchos amigos míos valencianos, el asesinato de Guillem fue la entrada en la militancia. Sí que teníamos mucho respeto y mucho miedo a la hora de afrontar lo que estábamos haciendo", reconoce el director en Málaga. De ahí que la película se centre en los padres y la familia de Guillem, con los que han trabajado todo este tiempo. Los actores valencianos Pablo Molinero, protagonista de La Peste, la serie de Movistar, y Glòria March son los padres de Guillem, que siguieron la lucha de su hijo durante años.

"Elegimos un punto de vista ético, más allá de la moral, de lo que está bien o mal, pensamos en qué era necesario. Y pensamos que era estar con la familia de Guillem, que además nos permitía hablar de todo lo que vino después. No quedarnos en el asesinato de un chaval de 18 años que mataron, sino también en cuáles son las estructuras sociopolíticas que hemos construido, herederas de este famoso régimen del 78, que nos llevan a situaciones como las que ha vivido esta familia. Para mí es un canto de amor al País Valencià, que me parece una tierra muy maltratada desde muchos sentidos, incluso a veces desde los catalanes", explica Marqué-Marcet. La transición evitó, con el ímpetu de políticos como Abril Martorell, que hubiera cualquier atisbo de unidad entre Cataluña y Valencia. La fuerza fue tal, que muchos siguen defendiendo hoy la existencia de dos lenguas: el valenciano y el catalán. Todo por lo que Pla y Fuster trabajaron se esfumó. Las consecuencias fueron el surgimiento de un odio tremendo que acabó en actos violentos, como la muerte de Guillem Agulló.

Todo se vendió como una pelea entre jóvenes radicales, pero había mucho más. Debajo de los adoquines tampoco en Valencia había playa, lo que había era una connivencia con los grupos nazis, ultras, y un intento de derribar cualquier opinión valencianista o catalanista. Y eso Marqués-Marcet lo explica con detalle y consigue que una de las bazas de esta película sea su contexto, no el drama familiar. Algo que es difícil encontrar en el cine y en la televisión de nuestro país.

"El recuerdo que tenía es que ese catalanismo estaba asociado a una lucha antifascista en Valencia. Era un catalanismo en el sentido de la lucha social por la tierra, por la lengua. De ahí salió la lucha de Guarner o Fuster y de mucha otra gente", explica el director. Toda esa lucha tiene otra perspectiva en la actualidad. "Es muy curioso verlo con la perspectiva actual porque había una lucha social muy importante. Valencia era más que Zaplana y todo eso, a veces nos olvidamos de la otra parte. También deberíamos hacer una reflexión los catalanes en ese sentido con respecto al País Valencià, sobre qué significa defender una lengua y unos valores, frente a unos intereses de clase", añade.

"Toda nuestra generación ha tenido sus momentos de encontronazo con los Skins. A mí me producía un poco de cosa, pero al final decías, buenos, los Red Skins nos defendían de los otros. Y en Valencia era así. Guillem era un chaval que estaba en la calle poniendo el cuerpo ante muchas agresiones que sucedían, no era un santo varón, era un luchador antirracista. Aquello era una guerra y él estaba allí", explica el director. 

Hablar de Guillem Agulló aún hoy tiene consecuencias. El rodaje ha sufrido amenazas. Las mismas que los padres de Guillem llevan sufriendo 26 años. Pintadas en su casa, llamadas a todas horas, amenazas a sus hermanas... y aquella pancarta en Mestalla, sostenida por los seguidores del Valencia, que decía "Guillem, jódete". Todo con la impunidad de siempre.

Pero la sombra de aquella violencia asoma de vez en cuando. No hace mucho, en julio de 2011, durante la presentación del libro Noves glòries a Espanya. Anticatalanisme i identitat valenciana, de Vicent Flor, un grupo de ultras boicoteó el acto. En esta ocasión sí fueron identificadas por la policía 15 personas. También han boicoteado el rodaje de esta película, que verá la luz en las dos televisiones autonómicas: TV3 y A Punt.

Carlos Marqués Marcet ha recibido además el Premio Málaga Talent en este certamen. "El premio cuando me lo dijeron, pensé que era raro, pero luego tiene sentido, porque es un premio que no es tanto a la carrera, sino para alguien que está en medio del camino. Es bonito también porque es un espaldarazo para continuar", nos cuenta el director que ahora mismo prepara su próxima película.

 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00