Algo que derribar

He pensado en The Leftovers porque ante un suceso muy traumático las respuestas correctas tardan en llegar o no llegan nunca, y las incorrectas se ajustan a tus necesidades como un guante y son irrebatibles, porque no se puede rebatir algo en lo que uno decide creer sin más. Tanto que uno puede llegar todo lo lejos que quiera, como el cardenal Cañizares al decir que las vacunas se hacen con “fetos abortados”. Con el desconcierto, el dolor, la ignorancia siempre han hecho negocio los feriantes de la fe. Siempre hay un gigante que derribar: una farmacéutica, un Gobierno, un multimillonario. Durante la fase cero recorrí Madrid fotografiando pintadas que decían que el coronavirus era un engaño. El sábado estuve en una concentración de unas personas que protestaban contra Bill Gates y la tecnología 5G. Esa tarde fui al Corte Inglés de Callao, sección informática, y allí escuché cómo un señor le preguntaba a un empleado si nos implantarían microchips para controlarnos. Si una cosa enseña la historia de España es que cuando algo llega al Corte Inglés es que cualquiera lo puede comprar. Y el precio a pagar en la calle, en las redes, bajo los púlpitos de los famosos, es carísimo porque los timos, cuando son sanitarios, cuestan vidas.