3020: nuestro mundo visto dentro de mil años
Avancen su reloj mil años. Estamos en el año 3020. ¿Cómo se vería desde allí nuestro mundo antes de la aparición del coronavirus? Fuercen la imaginación
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3020: nuestro mundo visto dentro de mil años
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Madrid
El médico Thelonious Lavoie relató en un informe fechado el 18 de febrero del año 2685, la turbación que le causó el encuentro con los miembros de una comuna localizada en el bosque de Tongass, al sureste de Alaska, cuando trabajaba para una compañía maderera.
Llevaban el rostro desnudo, pues desconocían el uso de la mascarilla, aspiraban el aire a bocanadas sin temor a la tos y al estornudo. Convivían y trabajaban sin medir distancias, sabían escupir y silbar, se hurgaban la nariz, se mordían las uñas y mantenían la primitiva costumbre de saludarse agarrando las manos piel con piel o entrelazando los brazos al cuerpo del otro.
El momento más pavoroso, escribe el doctor Lavoie, se produjo cuando una anciana de la comunidad se adelantó al grupo y le rozó los labios por dos veces, una en cada mejilla. El gesto que, los individuos de aquella comunidad consideraban amistoso, le hizo perder el conocimiento.
Tiempo después se envió un equipo de civilizadores, se le proveyó de mascarillas, guantes, geles hidroalcohólicos y se les instruyó en las normas de convivencia por las que todavía nos regimos. Durante los cuatro siglos que han transcurrido desde entonces, no se ha localizado ningún otro foco anómalo, pero no deben olvidar que procedemos de ese mundo bárbaro que sigue larvado en cada uno de nosotros.
Sus padres quizás les hayan contado algo. Hace apenas 1000 años, la vida era distinta. Miren.
Sidney, Australia, principios del tercer milenio. La ciudad festeja la entrada del año nuevo en torno al puente de la bahía. Como pueden comprobar en las imágenes, es un amasijo de cuerpos que se abrazan, se besan y bebe juntos, incluso del mismo vaso y la misma botella. Era lo normal.
Estadio de fútbol de Anfield, Liverpool, Inglaterra. Decenas de miles de aficionados rotos por la emoción, con las bufandas en alto cantan el himno del club. ¿Ven alguna boca cubierta con mascarilla? ¿Ven a alguien en las grandes o sobre el césped preocupado por el aliento del de al lado? Así era la vida entonces.
Estación Shinjuku, Tokio, Japón. Observarán que en el andén hay más viajeros de los que pueden admitir el tren. Los hombres de uniforme, con gorra y guantes blancos, eran los “oshiya”, encargados de empujar a los viajeros hacia el interior de los vagones. Piensen por un momento en todas esas bocas y narices enlatadas y en los virus y bacterias yendo de unas a otras. Se tenía que ser temerario para viajar en transporte público. Y todos lo eran.
Playa de Levante en Benidorm, España. Les costará ver la arena. Durante los meses de verano, nuestros antepasados acudían en masa a orillas del mar a tomar baños de agua salada y sol. A pocos metros de la orilla se comía y bebía en grupos más o menos multitudinarios. La separación entre cuerpo y cuerpo, si la había, era de milímetros. Ahora nos escandaliza, pero entonces se trabajaba todo el año para disfrutar de estos momentos.
Así era la plaza de Jemaa el Fnaa en Marrakech, Marruecos. Miren el caos alrededor de los amaestradores de monos y encantadores de serpientes. Los turistas, la mayoría, podían viajar por el mundo sin necesidad de pasar reconocimiento médico alguno.
Contemplen a estos imprudentes lanzando monedas en la Fontana di Trevi, Roma. Ya conocen la Mona Lisa de da Vinci… Entonces dejaban verla en Paris, en el Museo del Louvre . Vean el colapso. Así a diario Y en todas partes igual. ¿Creen que alguna autoridad en la ciudad india de Agra se preocupó por tomar la temperatura a los turistas que atestaban el Taj Mahal?
¿Qué podemos pensar de nuestros antepasados cuando vemos estas imágenes? Colas en la cumbre del Everest. La humanidad vivió ignorante y en el mayor de los atrasos hasta entrado el siglo XXI
Los niños eran enviados a los colegios absolutamente desprotegidos, como pequeños salvajes, y los padres les dejaban jugar en la calle con críos de familias desconocidas. Las personas acudían a trabajar en fábricas y oficinas y pasaban horas y hora juntas y despreocupadas, aspirando el mismo aire viciado. Tenían propensión a juntarse. Las familias y amigos quedaban en restaurantes, bares, abarrotaban los centros comerciales y llenaban las calles de mercadillos. Imagínese comprando en este de Tanzania.
Los abuelos, de los abuelos, de sus abuelos peregrinaban para adorar a sus dioses. La Meca en Arabia Saudita. Organizaban desfiles multitudinarios como en China.
Cualquier excusa, - una patata, un tomate, un santo, un cordero, un barril de cerveza-, era buena para montar ferias que duraban semanas enteras. Munich, Alemania. Todos los otoños así.
¿Se dan cuenta del alcance de tanto despropósito? ¿Quieren creer que aquel periodo de nuestra historia las parejas bailaban agarradas mejilla con mejilla? Véanlo con sus ojos. Barrio de San Telmo, Buenos Aires.
Las películas se consumían colectivamente en unos lugares que llamaban cines. Y lo mismo pasaba como con el teatro o la música. Broadway, Nueva York. Aquellos inconscientes llenaban las plateas y anfiteatros.
Reyes y mendigos, todos por igual desafiaban a la suerte, ignorantes e imprudentes. Nosotros somos el futuro. Hemos aprendido y debemos avanzar. Aunque algunas veces, insensato de mí, daría todo lo que tengo por encontrarme por unas horas con los bárbaros del doctor Lavoie y notar en la cara el aliento desnudo y desinhibido de aquella vieja que le atemorizó.
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Severino Donate
Llegó a la SER en 1989. Ahora hace reportajes.