La tribu de los Robinsones

Madrid

Nunca imaginé que la “nueva normalidad”, ese engendro lingüístico que nos hemos inventado, incluyera prescindir de Michael Robinson. Pero parece que sí, que tendremos que pasar sin abrazos, sin besos, sin mesas compartidas, sin conversaciones eternas, sin risas… ¿Sin risas?: “¡tócame los cojones!”.

Esta era una de sus frases preferidas dentro del arsenal de tacos que manejaba con soltura desde hacía un montón de años. Casi treinta desde que nos conocimos por primera vez.

El tsunami de cariño y dolor que nos ha arrasado con la noticia de su muerte puede resumirse en ese icono: su sonrisa. Porque era hermosa, franca, limpia. Y contagiosa. Michael era la piedra que provoca ondas cuando la lanzas al agua; ondas de alegría, de respeto, de dignidad. Panenka le dio nombre a una forma de tirar penaltis, pero Michael a una forma de vivir.

Necesitamos a muchos como él para que el mundo sea mejor. Así que yo propongo fundar la tribu de los Robinsones. Más que un club.