Nuestras pequeñas mentiras
Las hay piadosas y las hay políticas. No, si estaba dormido; No, mantengo la rutina; No, me levanto a la misma hora y me visto. Pequeñas mentiras en tiempos de cuarentena en los que proliferan otras mentiras más dolorosas: los bulos
Madrid
Estarán muy feas las mentiras, más en Semana Santa, pero están ahí desde antes de la pandemia y ayudan a sobrellevarla. Las hay piadosas, inocentes. Algunas aparecieron como mecanismos de autoayuda, que, para autoayudarse, a veces hay que autoengañarse un poco. Y nos apoyamos en esas cosas: venga que esto se acaba, que ya queda menos, que durará poco. Sabe el que las dice que no dice toda la verdad pero forma parte de la terapia colectiva y son poca cosa comparada con esas otras mentiras: las políticas, las maliciosas. Esas están en otra escala, casi profesionalizada.
Un día habrá que hablar de los bulos que se han multiplicado desde que se decretó el estado de alarma. Esas son las grandes falsedades, con doble intención. Pero la cuarentena se escribe también con otras muchas pequeñas mentiras, irresistibles, y de las que uno, alguna vez, acaba echando mano: ese no, no estaba dormido; o el sí, mantengo una rutina; me levanto igual que si fuera a trabajar; el no, no me pongo chandal, me visto como para salir. Nuevas mentiras sin querer de la nueva rutina. Vestirse para la videoconferencia pero sólo de cintura para arriba, como si fuésemos a presentar el telediario.
Esas pequeñas mentiras que nos contamos para garantizar nuestra supervivencia. Que no sabría uno si llamarlo mentiras o, igual que dicen con las estadísticas que nos dan, aproximaciones a la realidad. Será eso: maneras para soportarlo