Ni hola ni adiós
El virus ha cambiado la manera de darnos el hola y el adiós. Y todo lo que había en medio
Madrid
Lunes es hoy y lunes serán todos los días a decir del jefe del estado mayor de la defensa. Lo dijo el sábado aunque, para él, ya era lunes.
Apelaciones bélicas, a la disciplina. Economía de guerra, dijo ayer Pedro Sánchez, que este fin de semana ha hablado del daño psicológico o psiquiátrico e incluso del moral. La capacidad moral, citó el presidente del Gobierno. Sobre un dilema se expresa Fernando Simón, que tuvo síntomas y al que hicieron la prueba. "¿Por qué las pruebas para unos sí mientras otros aún aguardan?", se preguntaba Simón.
Está por venir lo peor y este fin de semana lo han dedicado las autoridades a prepararnos para eso. Aunque para eso nos preparamos de balcón a balcón, dando ánimos de unos a otros. Nos preparamos cayendo sin querer en lo que ponen las esquelas, que son las despedidas en papel de quienes no pudieron dársela en persona. Y esa despedida, entonces, la ofrece un sanitario en una UCI.
Nos preparamos en artículos como el que la periodista Amparo Estrada empieza así: "Aquí estamos, mamá. A dos metros unos de otros. Somos diez porque no se permiten más en el tanatorio. Te apagaste hace tres días y no te hemos podido velar hasta hoy". A la espera del pico, uno agarra a las buenas noticias que puede: el primer paciente extubado, la primera, Isabel, en salir de la UCI del hospital de Castellón, despedida entre aplausos por las enfermeras.
Está en esos pequeños gestos toda la dimensión de esta epidemia: no hemos de saludarnos al vernos ni podemos despedirnos cuando alguien se va. Eso también era el estado de alarma: el virus ha cambiado la manera de darnos el hola y el adiós. Y todo lo que había en medio.
