Los siete agentes españoles a los que no hicieron caso y que murieron en una emboscada en Bagdad en 2003
'Destrucción masiva, nuestro hombre en Bagdad', es el libro del periodista y escritor Fernando Rueda que nos traslada a los entresijos de un momento clave en la historia de España
Uno de los sucesos más dramáticos en la historia de los servicios de inteligencia españoles
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Madrid
En la tarde del 29 de noviembre de 2003, ocho meses después de la invasión de Irak ocurrió uno de los sucesos más dramáticos en la historia de los servicios de inteligencia españoles: siete agentes españoles murieron en una emboscada ocurrida a unos 30 kilómetros al sur de Bagdad. Mes y medio antes otro espía español había sido asesinado a las puertas de su domicilio. El periodista y escritor Fernando Rueda, experto en el CNI, narra mezclando realidad y ficción las circunstancias que rodeó el asesinato de los agentes en el nuevo libro que acaba de publicar: 'Destrucción masiva, nuestro hombre en Bagdad'
Este libro nos traslada a los entresijos de un momento clave en la historia de España; una especie de homenaje a los ocho agentes que en 2003 murieron en Irak. Espías antes, durante y después de la invasión de Irak, de diferentes perfiles. Rueda ha querido construir su historia humana; sus sueños, sus relaciones familiares...
Lo ha hecho gracias a la colaboración de algunos familiares que le han dado detalles, fotos... El relato arranca en Irak a mediados del año 2000 con la llegada del agente secreto Alberto Martínez y posteriormente, José Antonio Bernal. Habían establecido fuentes de calidad en el Gobierno, entre los grupos influyentes de los chiitas y hasta obtenían buena información de la Mujabarat, la policía secreta que les tenía controlados.
Eran ocho, pero se salvó un agente
Muchas veces se la jugaron para obtener los datos que les pedían sus jefes desde Madrid. Eran de perfiles muy diversos. Martínez y Bernal, eran de campo; Baró y Vega eran auténticos James Bond, como los agentes de la CIA de las películas, de unidades especiales de comandos, de los paracaidistas; Nacho Zanón, que era radiotelegrafista del Ejército del Aire, que pudiendo haber huido, no lo hace y protege a un compañero herido que se está muriendo. Cuatro de ellos se preparaban para regresar a España. Se salvó un agente, Jose Manuel Sánchez Riera que estuvo sólo cinco días en Irak. Riera dijo que Baró le ordenó que fuera a buscar ayuda y sufrió estrés postraumático.
Fernando Rueda explica que los agentes se dejaron la piel por descubrir si Saddam tenía armas de destrucción masiva. Fernando Rueda explica que Alberto Martínez y José Antonio Bernal aseguraban en un Informe que Sadam no las tenía ni había ayudado a Bin Laden en los ataques a las Torres Gemelas pero "a Aznar no le iba a fastidiar el plan el que el CNI le informe de que no existían esas armas de destrucción masiva", cuenta Rueda.
Un libro que cuenta la muerte de "ocho seres humanos que habían sido abandonados por todo el mundo" y cuya muerte -cuenta Rueda- se podría haber evitado.