Triunfan bastos en la parroquia del pueblo
El periodista Juan Tallón reflexiona sobre la importancia de la figura del bar y el juego en los pueblos pequeños.
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Triunfan bastos en la parroquia del pueblo
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Barcelona
Ya hay miles de pequeños pueblos sin bar. Cuando muere el ultimo bar es que ya murió casi todo. Quedarán, tal vez, unas pocas personas, pero más solas que nunca. Mientras hay un bar nada está bastante perdido, pues hay gente y ruido. Es casi imposible vivir sin ruido, a la muerte le gusta el silencio. En un pueblo pasas por el bar y es como si pasases por el médico.
En los 50, cuando Dean Martin actuaba en Las Vegas, una voz en off lo presentaba anunciando: “Señoras y señores, el Hotel Sanz se enorgullece de presentarles a la estrella de nuestro espectáculo directamente desde el bar”. El bar te da una energía inusitada, conjura el vacío en las aldeas. Tiene algo, sin contar la bebida, que te hace revivir.
En mi pueblo tuvimos un cura que algunos días confesaba en la bodega de la cantina. Amaba el bar y las cartas. Decía que el tute demostraba la existencia de Dios. No tenía otra cosa en la cabeza que las cartas. Cartas, Cartas, Cartas. Lo absorbían. Un día durante una eucaristía se volvió a los feligreses para proclamar el dominus vobiscum, pero en ese instante se giró y en su lugar dijo: “¡Triunfan bastos!”