Una madre coraje
Delmi vino a España para darles un futuro mejor a sus hijos, a los que ha visto una vez en los últimos seis años
Madrid
“De amor no se come, por eso el mayor acto de amor que puede hacer una madre es alejarse de lo que más quiere, de sus hijos, para que tengan una vida mejor”. Son las palabras de Delmi una abogada salvadoreña que trabaja de camarera en Madrid y ha visto a sus hijos una vez en los últimos seis años.
Delmi nació en El Salvador hace 39 años, en su país era licenciada en derecho y junto a su marido abrieron un bufete que se fue al traste cuando las maras contactaron con ellos. Las maras son grupos de delincuentes extremadamente violentos dedicados al narcotráfico, el robo, la prostitución y cualquier actividad delictiva que de dinero. Una de estas organizaciones les pidió que defendieran y sacaran de la cárcel a uno de su grupo que había sido detenido. Ellos se negaron por ética, me dice Delmi, y porque si no lo lograban su vida corría peligro y si lo conseguían estarían obligados a seguir trabajando para la mara. Su decisión les dejó sin trabajo y se vieron con empleos precarios que no les permitían ni llegar a fin de mes.
Esa es la razón por la que Delmi decidió abandonar su país y dejar allí a sus hijos, un niño de 13 y una niña de 3 años. Como ella, el 43% de las mujeres latinoamericanas que trabajan en España, según un informe de RED ACOGE, están separadas de sus hijos. Delmi llegó a Madrid sin papeles y contó con la ayuda de su hermano que llevaba unos años en España. El primer trabajo que le salió fue como interna en un chalet de la Moraleja. “Lo más duro, recuerda, es que los niños tenían la edad de mis hijos y vuelcas tu amor en esos niños, pero sabes que no es lo que estaban buscando, que tienes una carrera, que hablas inglés y están limpiando baños, eso duele, duele mucho”.
Y Delmi nos habla de la depresión que la atrapó durante años, de los días en los que sólo tenía ganas de llorar, de la inmensa soledad porque “cuando trabajas como interna estás todo el día sola y o hablas contigo misma o hablas con el perro”. Contactar con la asociación SEDOAC y encontrarse allí a mujeres que compartían historias como la suya la ayudo a salir de agujero. Hoy Delmi trabaja en la hostelería y ha descubierto que “hay vida más allá de la fregona y del plumero”.
Hace poco más de un año Delmi cumplió la promesa que le había hecho a su hijo, “asistir a su graduación”. Después de 5 años se reencontró con sus niños y comprobó que Antonio le pasaba una cabeza y la pequeña se había convertido en una adolescente. “Pensé: he perdido cinco años. Me perdí la primera novia de mi hijo, la primera vez que le rompieron el corazón, tantas risas, tantas peleas… y no las voy a recuperar”.
“Vivir esto no se lo deseo a ninguna madre”, nos dice Delmi, además los hijos te lo reprochan, no quiero que me lo agradezcan, añade, pero sí que lo entiendan. Me habla esta mujer de la herencia que les va a dejar, una buena formación y, algo que le hace una ilusión especial, la nacionalidad española. “Va a ser su oportunidad, una carrera y un pasaporte con el que podrán moverse por toda Europa”, cuenta.