Pablo García, el fotógrafo deportivo que retrata el horror del Mediterráneo en su tiempo libre

Madrid

Si abrimos hoy el diario deportivo MARCA para leer las crónicas del encuentro de anoche entre el Real Madrid y el Manchester City en el Santiago Bernabéu, veremos que casi todas se complementan con alguna de las fotos que ha tomado nuestro invitado de hoy. Se trata de Pablo García, fotógrafo de MARCA desde el año 2000 y ganador del Premio Panenka a mejor fotógrafo en 2019.

Lo de la cámara le viene de familia, porque nos cuenta que ya veía a su padre con la cámara y de ahí su pasión por capturar momentos.

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Pero con su cámara no solo retrata a futbolistas en estadios, sino que también se dedica a viajar a zonas en conflicto para mostrar una realidad que, muchas veces, no tiene tanto espacio en la prensa. A finales del mes de enero se fue hasta Grecia para ir a bordo del Aita Mari, el buque de rescate de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario. Todo con el objetivo de retratar el sufrimiento de esas personas que se lanzan al Mediterráneo huyendo del horror y a aquellos que tratan de salvarlos antes de que este mar les engulla.

Compagina las dos cosas “robándole mucho tiempo a las vacaciones y con muchas ganas”. Confiesa que son las fotografías sociales las que más le llenan, y eso le ha llevado a irse a fotografiar a zonas en conflicto como Irak o Sahara o, ya en nuestro país, retratar situaciones con gran impacto social como pueden ser los desahucios.

Sobre esta última aventura nos ha contado la historia de una patera con 93 personas a la deriva, sin gasolina y en muy mal estado. “Solo se escuchaba el silencio y el llanto de los niños”, nos comenta, explicando que las lanchas Zodiac en las que realizan este tipo de operaciones van muy rápido y apenas permiten oír nada más que el sonido del motor, pero cuando se paran queda todo en silencio. “Nos dijeron que había que ir muy lento por si había cadáveres”, comenta.

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Temen que los encuentren los libios

Los encontraron a todos con vida, pero en unas condiciones muy lamentables, “sin agua ni comida”. Esos momentos del rescate son muy tensos, y es que las personas que se encuentran a bordo de las pateras temen que el sonido de la lancha que escuchan sea de la marina libia: “Si son libios se tiran al agua, y no sabe nadar ninguno”.

Pero no solo los libios son los que entorpecen estos rescates, sino también otros muchos países que tratan de lavarse las manos para no mancharse con este tema. Cuenta Pablo un rescate en el que los malteses trataban de pasarle los inmigrantes a los libios, lo que se conoce como una devolución en caliente. Al final se los acabaron llevando a Malta: “Al ver que estábamos nosotros les dio reparo”.

Pablo García es solo uno de los muchos fotógrafos que decide subirse de forma totalmente desinteresada a estas embarcaciones: “Conozco a muchos compañeros que han estado en otros barcos y me han ayudado”. Eso sí, a pesar de ir a sacar fotos, con lo que se queda es con los “recuerdos y convivencia con los refugiados”.

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A pesar de ser una experiencia durísima y tener que pedir multitud de permisos, nos confirma que lo quiere volver a hacer, entre otras cosas porque siempre, cada vez que fotografía algo, se queda con “la sensación de que se ha quedado algo por hacer”.

Cree que el principal problema de todo este conflicto es el racismo, que según él “va en función del dinero que tengas: si tienes mucho dinero puedes ser del color que quieras que nadie te va a decir nada”.