¿Sesiones de descontrol parlamentario?
El discurso político está alcanzando niveles de zafiedad intelectual impropios de una democracia madura y de una sociedad avanzada
Madrid
Las sesiones de control parlamentario están llegando al descontrol. El fenómeno no es nuevo, pero está alcanzando cotas insuperables desde que se constituyó el actual Gobierno. No solo se ha dinamitado eso que conocíamos como cortesía parlamentaria, que no es otra cosa que hacer gala de la buena educación y respeto exigibles en las relaciones humanas, sino que el discurso político está alcanzando niveles de zafiedad intelectual impropios de una democracia madura y de una sociedad avanzada.
El rival se ha convertido en enemigo, se le deslegitima como una especie okupa, sus acciones se enmiendan a la totalidad de oficio, la agenda de los temas discutidos sufre una anemia preocupante fruto de un puñado de obsesiones arraigadas, y el debate, en la forma, no es sino sucesión de monólogos que se traen escritos de casa, con réplicas y contrarréplicas incluidas, animados por los aplausos o abucheos automáticos del tendido parlamentario. Un espectáculo que, este sí, merecería un pin parental para evitar el bochorno a nuestros niños. Los políticos, los partidos y la política en general son, según los sucesivos barómetros del CIS, la segunda preocupación de los españoles. Si pretenden alcanzar el primer puesto, van por buen camino.
¿Sesiones de descontrol parlamentario?
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