Ser actor también fue inmoral
El 17 de febrero de 1673, el dramaturgo Moliere estaba actuando en su último estreno, una obra llamada "El enfermo imaginario", y en medio de su interpretación, empezó a toser sangre
Molière leyendo una de sus comedias / Getty Images
Ser actor no siempre ha sido el sueño de muchos como lo es ahora. Hace tres siglos y medio, te podía traer problemas incluso con tu descanso eterno.
Jean-Baptiste Coquelin es probablemente el autor más famoso de obras teatrales en francés. Igual por ese nombre no os suena, pero seguro que su seudónimo, Moliere, os abre el telón mental.
Pese a que en 1673 solo tenía 51 años, llevaba años enfermo de tuberculosis, desde que estuvo preso en una cuando era joven. Desde esos inicios precarios había conseguido progresar en la sociedad parisina del siglo XVII, llegando a representar sus obras ante el rey Luis XIV.
Porque Molière no solo escribía sus obras, también las interpretaba. Y el 17 de febrero estaba actuando en su último estreno, una obra llamada “El enfermo imaginario”. El problema es que la enfermedad de Molière era muy real. En medio de su interpretación, empezó a toser sangre.
Aún así, hizo un esfuerzo y acabó la obra. Al acabar, tuvo otro ataque y lo llevaron a su casa, donde murió unas horas más tarde. No pudo recibir la extremaunción porque dos curas se negaron a atenderle por ser actor, una profesión que se consideraba tan escandalosa como inmoral. Por esa misma razón, no iba a poder ser enterrado en un cementerio, y sólo la intercesión de su esposa ante el rey permitió que fuese sepultado, sin ceremonial, en la parte de un cementerio reservado a los niños sin bautizar.
Por cierto, la muerte de Molière dio lugar a una superstición que algunos actores siguen respetando. Se cree que iba vestido de verde en su última función, y que por ello es un color que debe ser evitado en escena.
