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Premios Oscar

De 'Joker' a 'Parásitos': los Óscar de la desigualdad

La mayoría de las películas nominadas hablan de la diferencia de clases y de la distribución de la riqueza y lo hacen desde distintos posicionamientos y géneros

Fotogramas de 'Parásitos' y 'Joker', dos de las películas nominadas al Oscar / CEDIDA

Madrid

Un fantasma recorre Europa, dijeron Marx y Engels al inicio del Manifiesto Comunista. El fantasma era el comunismo. Vistas las películas nominadas en esta edición de los Premios Oscar, el fantasma que recorre, no solo Europa; sino el mundo, es la desigualdad. De modo que a Marx le encantaría analizar desde el materialismo histórico muchas de las cintas que esta noche aspiran a ganar el premio de la Academia. 

"Cuando miramos alrededor identificamos a dos grupos de personas: los ricos y los pobres; así que el tema sale solo", decía Bong Joon Ho, el director coreano que ya en Rompenieves habló de cómo el estatus social establece quién se salva y quién no ante una masacre. En Paráistos, la película fenómeno del año, con una taquilla de 33 millones de dólares, y con seis nominaciones a los Oscar, entre ellas las de mejor película y dirección, lo que hace es retorcer los géneros para contar la lucha de clases. Alejada del realismo buenista de Ken Loach, Parásitos mezcla humor negro, acción, drama en un guion lleno de giros y con una puesta en escena que tiene referencias a Hitchcock, al cine coreano y al mismísimo Buñuel.

Parásitos representa las grietas del capitalismo y las diferencias de clase, mediante dos familias. La rica y acomodada, asentada en un barrio de mansiones y casas de lujo, con jardín y piscina, que van a universidades privadas y jamás cogen metro. La otra vive en una barriada, en una planta baja, sin internet, no pueden pagarse los estudios y viven de la picaresca. Sin embargo, el filme coreano, que ganó la Palma de Oro en Cannes, muestra que siempre hay alguien más pobre y esclavizado.

No es la única película que refleja una de las grandes lacras de la sociedad mundial: la desigualdad. Joker, película que ha recaudado más de 1000 millones de dólares en todo el mundo, imagina qué pasaría si todos los abandonados por el sistema se alzasen contra los privilegiados. La cinta de Todd Phillips es la que más miedo da en Hollywood. Parece que solo se atreverán a premiar a Joaquín Phoenix, en un espléndido trabajo físico y artístico en la piel del villano de Batman.

La crítica estadounidense llegó a decir que era una irresponsabilidad estrenarla en un país donde la violencia emerge en los institutos. Sin embargo, lo que de verdad asusta de Joker, ganadora del León de Oro en Venecia, es que vemos la propia marginación de aquel que no logra el sueño americano. En un país donde la sanidad es inalcanzable, vemos qué pasa cuando un enfermo mental se queda sin tratamiento por no poder pagarlo.

Entre las nominadas hay más películas donde la desigualdad está presente. De alguna manera, El irlandés, la cinta de Martin Scorsese, retrata varias décadas de la historia de Estados Unidos, marcada por el fracaso del sueño americano y las alternativas a este. ¿No es la mafia una manera de hacer frente a este fracaso? Pero hay más, porque en esta obra de madurez del autor de Uno de los nuestros, vemos las diferentes clases sociales dentro de la mafia. De hecho, Sandy Powell, nominada a mejor vestuario por este trabajo, tuvo que diseñar trajes diferentes para cada uno de los tres protagonistas: Joe Pesci, el mafioso acomodado, Al Pacino, el sindicalista, y Robert De Niro, el gánster de clase media con aspiraciones de ascender.

La desigualdad atraviesa más historias. Hasta la de Los dos Papas, la película de Meirelles que ha colocado a sus dos actores en estos Oscar. Anthony Hopkins compite en reparto y Jonathan Pryce por el premio principal. Decía su director, Fernando Meirelles, en la SER, que en realidad todo su cine está atravesado por las diferencias de clase. "Soy brasileño, ir de mi casa al trabajo me hace ver esa enorme desigualdad. Nosotros queríamos mostrar la desigualdad también en esta película, mostrar la villa de Argentina, donde está el Papa Francisco, y luego mostrar ese palacio precioso del Vaticano. Dos mundos completamente diferentes".

Mientras Jojo Rabbit, la sátira de Taika Waititi, se centra en parodiar el nazismo y todos los tópicos racistas y xenófobos, Le Mans 66 , de James Mangold, busca retratar el competitivo mundo de las carreras de coches en los años sesenta. Dos factorías enfrentadas, dos mundos y dos modelos de producción. La Ford en Estados Unidos, los herederos del señor que inventó el trabajo en cadena, y Ferrari en Italia. También en ella se ven las distintas condiciones, la de los magnates que van en helicóptero a los palcos deportivos, y la de los trabajadores y mecánicos que después de largas jornadas laborales acaban tomando cerveza barata en un bar. Y es que, como diría Marx, el trabajo de unos muchos es el que permite el lujo de unos pocos.

La enésima adaptación de Mujercitas, que firma Greta Gerwig, habla también de cómo el dinero nos condiciona. Esa historia con la que Navidad tras Navidad nos han bombardeado, llega ahora con su vertiente más feminista y crítica con un sistema que solo permite emanciparse aquellas mujeres que tienen posibilidad de crecimiento económico. Es lo que le ocurrió a la autora, Louisa May Alcott, que tuvo que cambiar el final de su historia, donde las mujeres podrían elegir no casarse, solo para que su editor le pagara a fin de mes.

1917 y Érase una vez en Hollywood se han convertido en las grandes favoritas de esta edición de los Oscar. Reivindican un cine para ver en la gran pantalla. Un cine clásico, la guerra y las entrañas de Hollywood, ¿hay algo que guste más a los académicos? Sam Mendes relata la historia de su abuelo en 1917. Historia común a la de muchos jóvenes en toda Europa que lucharon en la primera guerra mundial, sin un ápice de patriotismo. Carne de cañón que sirvió a intereses de generales, terratenientes y ricos herederos del viejo continente. A la cinta británica no le hace falta hablar de desigualdad, porque cualquier guerra se cimienta en ella. Lo saben bien los que han podido ver For Sama, el documental nominado al Oscar rodado bajo los bombardeos sirios. Compite con The Cave, otra cinta documental sobre lo difícil que es vivir bajo las bombas.

American Factory y La democracia está en peligro son otras películas, nominadas a mejor documental, que abordan los conflictos surgidos de la desigualdad. Dos películas de Netflix, la primera producida por los Obama, que cuenta qué pasa con los trabajadores de la América profunda con la automatización y con la venta de fábricas a empresarios chinos: jornadas más largas, pérdida de poder de los sindicatos y explotación laboral. La democracia está en peligro, de la brasileña Petra Costa, cuenta cómo se aprovecha la extrema derecha de la pobreza de los habitantes de unos de los países con mayores índices de desigualdad, como nos recordaba Meirelles.

La realidad es jodida. Lo sabe Tarantino que lleva años empeñado en hacernos sentir que en el cine la vida es siempre mejor. En su cine hay violencia sí, pero en su cine no ganó Hitler la Segunda Guerra Mundial, como vimos en Malditos bastardos, y la esclavitud en Estados Unidos se acabó mucho antes y con mejores condiciones, como dejó claro en Django desencadenado. En Érase una vez en Hollywood es Sharon Tate y sus amigos los que sobrevivieron al ataque de Charles Manson. Pero la cinta es mucho más. Es la muestra de que los tiempos de reivindicaciones, de Vietnam, del movimiento hippie, de las luchas contra el racismo, se venían abajo.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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