Arriesgado. Pero nada es fácil

Madrid

Hablábamos ayer del lodo catalán y nos quedábamos cortos. Es una ciénaga, un pantano, un lodazal. Calificamos así al hábitat político, nadie se equivoque, que la opinión que el Ojo tiene de aquellas tierras y sus habitantes es más que buena: es extraordinaria.

Pero intente usted acercarse a los terrenos no ya del epicentro político, sino tan solo a unos cuantos kilómetros en su cercanía, y verá cómo sale de todo aquello un halo irrespirable de confusión, venganzas y puñaladas por doquier, tu quoque Bruto.

Y ante aquella barahúnda, ¿cómo puede encontrar el Gobierno central, además en equilibrio inestable, una guía de actuación, un camino limpio, unas cuantas señales claras para tratar de abrir una brecha de racionalidad para devolver la cordura a aquel 'sindiós' que se vive en el Parlament o el Govern?

¿De verdad parece tan mala la decisión del presidente Sánchez de ir por derecho y entrevistarse cara a cara con Torra? Es arriesgado, dicen. ¿Qué hacemos entonces, nos tumbamos a la bartola? ¿Llamamos a los jueces? Ya lo hizo Rajoy. Y así estamos.