La muerte y los niños
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Madrid
Espero que lo que voy a proponer no moleste a los partidarios del ‘pin parental’, pero si les molesta tampoco me importa mucho. Tiene que ver con los niños, sí, es verdad; pero también con el mal rollo, con la incomodidad que nos provoca a todos la muerte. El debate lo plantea en su último número la revista ‘Adiós’.
Pregunta: ¿tienen que asistir los niños a los funerales, a los entierros? ¿O hay que apartarles, protegerles un poco del duelo? Yo no tengo una respuesta clara y por eso les pido ayuda. ¿Han asistido como niños al entierro de algún familiar muy próximo: un padre, una madre, la abuela, un hermano…? ¿Cómo lo recuerdan, cómo lo vivieron? O al revés, en calidad de padres, o madres… ¿Han llevado a sus hijos al tanatorio, a algún funeral, o han preferido evitárselo? A mí me parece un debate muy interesante.
Y como les pedimos a ustedes compartir historias, yo pongo la primera. Hace mucho tiempo, mucho cuando tenía menos de diez años, se me murió una hermana de manera fulminante, en una noche. Una meningitis. Nos acostamos juntos en el mismo cuarto y ella ya no se levantó. Mis padres no me llevaron al funeral, ni al cementerio, y no vi a mi hermana muerta. Me protegieron. Estuve un montón de años sin querer acudir a funerales y sólo de mayor, de bastante mayor he conseguido más o menos normalizar mi relación con la muerte.
No sé si he sacado las conclusiones correctas de todo eso porque cuando hace un par de años falleció mi madre, por ejemplo, u otro hermano, a mis niños pequeños -de menos de diez años- les dejamos en casa. No sé si hicimos bien o mal. Y como tengo tantas dudas, por eso se lo planteo. A ver si entre todos nos ayudamos. Que de eso se trata.