¿Santos? No, héroes
Madrid
José de Calasanz fue un aragonés, sacerdote y pedagogo, que allá por el siglo XVI se empeñó en defender la enseñanza gratuita y universal. Después de su muerte -murió en roma, por cierto- y con el paso del tiempo la iglesia católica decidió hacerle santo, y a mí que no soy muy -o nada- convencido de estas distinciones, me alegra que se le recuerde hoy, y que se aproveche para celebrar en España el día del maestro.
Porque cualquier excusa me parece válida para reconocerle a esta gente su trabajo, para darles las gracias, para felicitarles por lo que hacen y para reclamar -tantas veces como sea necesario- un mayor reconocimiento y un mejor trato, tanto profesional como social.
El profesional está muy claro; tiene que ver con los salarios, las bajas que no se cubren, la temporalidad, los interinos, el número de alumnos por aula… Las condiciones de trabajo, en definitiva. Y el reconocimiento social, bueno, pues eso: admitir que se trata de una pieza básica de nuestro engranaje cívico; son como los cimientos de una casa: si ellos fallan, si no cumplen su función, el edificio se hunde. Así que santos no lo sé, pero para mí son héroes.