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Un mal día lo tiene cualquiera

O muere él, o muero yo

EL 18 de noviembre de 1983, el boxeador Kim Duk-koo entró en coma mientras combatía contra Ray Mancini por el título del mundo de los pesos ligeros

Combate entre el americano Ray Mancini y el coreano Kim Duk-koo / Getty Images

Combate entre el americano Ray Mancini y el coreano Kim Duk-koo

Nos gusta mucho decir que ir a trabajar en lunes es “literalmente una paliza”. Pero si somos sinceros, una paliza literal es otra cosa. Y hay gente que se gana la vida recibiendo palizas. Bueno, que se gana la vida… y a veces la muerte.

Hoy vamos a recordar a Kim Duk-koo, un boxeador que consiguió pasar a la historia de su deporte… pero de la peor forma posible. Kim era un chico coreano que había nacido en 1955 y había visto cómo la vida lo dejaba huérfano de padre tres años más tarde. A él y a sus cuatro hermanos, vaya. Empezó a trabajar de muy joven como limpiabotas, y parecía destinado a tener una vida corta y miserable hasta que descubrió el boxeo. Este descubrimiento hizo que solo se cumpliera la mitad de la profecía.

Después de ser amateur durante un tiempo, Kim pasó al boxeo profesional, consiguiendo ganar 17 de sus 19 combates, algo que le permitió hacerse con el título de campeón asiático.

Esto a su vez lo llevó a disputar el título mundial en Las Vegas, en el que sería su primer viaje fuera de su continente natal. Allí tenía que enfrentarse al americano Ray Mancini, para disputarle el título de campeón del mundo de los pesos ligeros. Antes del combate, dijo que “o muere él o muero yo”. Y ciertamente, Kim demostró ser un rival durísimo el 18 de noviembre de 1983.

En los primeros rounds, vapuleó al campeón, pero Mancini se fue imponiendo en los últimos. Al llegar al penúltimo, consiguió tumbar a Kim, y el árbitro paró el combate, otorgando un KO técnico al luchador americano. Pero este no había empezado a celebrar su victoria cuando tuvo noticia de que Kim había entrado en coma. Cuatro días después, estaba muerto.

Si fue un día horrible para Kim, para Mancini también fue un golpe muy duro. Fue al funeral de su rival, en Corea. Tres meses después, tuvo noticia de que se había suicidado la madre del boxeador. Y un año más tarde, lo mismo hizo el árbitro. Mancini mismo tardó años en superar la depresión.

Lo único ligeramente positivo que salió de esta tragedia fue que se redujo la duración de un combate para el título de 15 a 12 rounds.

 
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