Expectativas contra la realidad

Madrid

Durante los últimos seis meses, algunos políticos se ensimismaron, construyeron una burbuja de trakings y tuits, apartaron a los críticos, evitaron el debate y, mientras hablaban de la calle sin pisarla -no sólo ocurre en política: un día hablaremos del periodismo-, se instalaron en una realidad vaporosa hecha de encuestas y titulares. Luego llegó el domingo y se apareció la matemática, con sus sumas y restas.

El golpe más evidente se lo llevó Albert Rivera, que evitó aquello del paso al lado con el que muchos se van para en realidad quedarse. Rivera se va del todo y actualiza una frase que escribió el politólogo Pablo Simón cuando sólo se hablaba en España de los nuevos partidos: “La prueba para esos partidos -escribía Simón- es si son capaces de sobrevivir a su fundador”. Es el momento de averiguar si ese espacio lo ocupaba Ciudadanos o Rivera.

Ciudadanos perdió 47 escaños. 71 le hizo caer Pablo Casado al PP en abril y él aguantó. Tanto que ahora presume de remontada por sacar 88, aunque sea el segundo peor dato en la historia del partido. Los dos son suyos, el malo y el peor, pero ellos no están aquí para hacer matemáticas, sino lengua. Importan menos los datos que el relato. Ejemplo práctico: José Luis Ábalos.

Sostiene Ábalos que han frenado a la extrema derecha, lo que sólo podría sostenerse si se habla desde una realidad de expectativas en la que no se mide lo que pasa, sino si ha pasado lo que uno se temía. Esa perspectiva relativiza mucho el éxito y el fracaso, lo que puede explicar que no le cuadren las dudas de los periodistas, con los que se enfrenta en la rueda de prensa y a los que corrige para que le hagan las preguntas buenas, que él las sabe.

Para haber ganado las elecciones, se percibe un ligero enfado en las respuestas de Ábalos. Claro que siempre podrán decirnos que eso, como la realidad, depende de la expectativa con la que uno escucha.

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