¿El formato está muerto?
Madrid
Llevamos horas dándole vueltas al debate a cinco que ayer nos brindaron quienes pretenden gobernarnos. Como siempre, buscamos un vencedor, analizamos fortalezas y carencias de los actores o especulamos sobre su capacidad para movilizar a abstencionistas, convencer a indecisos o pescar nuevos votos en bancos ajenos. Y estando bien debatir sobre esos asuntos quizás deberíamos debatir sobre el propio formato del debate, que parece moribundo.
Porque aunque se viesen la cara cinco cicerones convenientemente preparados y adiestrados, se antoja muy difícil condensar en cinco minutos la acción de gobierno sobre cada uno de los cinco ámbitos planteados que, por sí mismos, merecerían un debate exclusivo. Y si la mera declamación de intenciones es difícil en tan corto tiempo, parece de todo punto imposible atender además a cada réplica, contraponer ideas, matizar, evidenciar las mentiras o desmontar argumentos falaces de los cuatro adversarios, que son las herramientas básicas de cualquier debate que merezca ese nombre. No sé si la solución es un debate libre, sin el corsé de un guion previo, o la multiplicación de debates temáticos. Lo que parece claro es que este formato no da más de sí. Y aunque siempre es mejor esto que la nada, no deberíamos resignarnos a no explorar nuevos caminos. Para que el interés de lo que allí se debate esté a la altura de una audiencia interesada y millonaria.