Nostálgicos de qué
Andan inhumando y exhumando las palabras y llaman nostálgicos a los franquistas, como si la nostalgia no fuera algo demasiado serio como para llamárselo a un grupo de ultras
El nieto de Francisco Franco, Francis Franco (i) y el abogado de la familia, Luis Felipe Utrera Molina (d) observan el traslado de los restos del dictador tras el aterrizaje del helicóptero al Monte de El Pardo, desde donde será trasladado al cementerio de El Pardo-Mingorrubio para su reinhumación. en Madrid, a 24 de octubre de 2019. / Pool (Pool)
Madrid
A la gota fría la llaman "dana" y le ha pasado a las borrascas lo que a las palabras. Hubo un día en que a muchas las cambiaron y ayer, que fue día de tanto, fue momento para darse cuenta.
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A los franquistas que coreaban gritos franquistas hay quien les llama nostálgicos, como si la nostalgia no fuera algo demasiado serio para llamárselo a ellos. Ellos son otra cosa y las banderas que portan, más que preconstitucionales, como también las llaman, son franquistas. Preguntaron al nieto de Franco por la exaltación que le hicieron en la ceremonia privada de Mingorrubio. "No ha sido ninguna exaltación, ha sido una misa", contestó.
Se entiende mejor ahora que la familia llevara una libreta en la que apuntaban constantemente. Quizá fuera un vocabulario democracia-dictadura, dictadura-democracia y a lo que el Congreso y el Gobierno y el Supremo llaman exhumación, ellos, en su particular vocabulario, lo llamaban de otra manera, lo llaman "profanación"
Tenemos que andar en guardia con el baile que quieren darle a las palabras, cada vez que les digan nostálgicos o que llamen manifestantes a radicales que agreden a periodistas, como hicieron ayer.
En el parlamento europeo, algunos de Vox vociferaron cuando se habló de la exhumación. El presidente de la cámara, David Sassoli, sancionó luego a un diputado de la liga italiana que, para criticar a Turquía, arrojó al suelo una caja de bombones turcos. Y luego Sassoli hizo una reflexión sobre los gestos y sobre todo, de las palabras.
Preservar el lenguaje, pidió Sassoli. Es la batalla más dura, porque sin que se dé cuenta uno acaba usando las palabras que, por interés o ideología, andan inhumando y exhumando los demás.
