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Las películas que Franco veía y no te dejaba ver

Buñuel, Fellini, Visconti, Kurosawa... El dictador montó una sala de proyecciones en el Palacio de El Pardo donde organizaba sesiones de tarde. Ciclos de películas americanas, europeas y españolas que el régimen censuraba

La afición de Franco por el cine / CÁTEDRA

La afición de Franco por el cine

Madrid

La mayoría de dictadores del siglo XX sintió fascinación por el cine. Era el entretenimiento de moda en la época de entreguerras y pronto entendieron que también era una poderosa herramienta de propaganda. Pero para Franco fue una obsesión. Como cineasta amateur y como cinéfilo. En los años 20 ya participó en la película ‘La malcasada’ y, siendo teniente coronel, filmó una acción bélica en Marruecos.

Entre 1946 y 1975 el dictador vio cerca de 2.000 películas en el palacio de El Pardo. Mandó reformar la antigua sala de teatro para convertirla en un salón de proyecciones, donde organizaba sesiones con un círculo de máxima confianza, entre ellos Carrero Blanco, su hija, el marqués de Villaverde o sus nietos. El plan, que comenzaba a las 17:00 horas, era el siguiente: primero el visitando de un documental, habitualmente el NO-DO (Noticiarios y Documentales del régimen), después una merienda en la que se servía un refrigerio y finalmente la película seleccionada.

"Veía comedia y drama, unas 500 de cada género aproximadamente, 200 policíacas, y menos musicales, western, bélicas… E indudablemente le gustaba más el cine americano, casi 1.000 cintas disfrutó, que el español, unas 500. Aunque, eso sí, las veía siempre dobladas”, explica Magín Crusells, coautor junto a José María Caparrós del libro 'Las películas que vio Franco (y que no todos pudieron disfrutar). Los escritores sabían de su afición cinéfila y en una visita a Madrid aprovecharon para visitar el archivo de Patrimonio Nacional. Su sorpresa fue descubrir que conservaban los pases de todas las proyecciones a las que asistió.

En su intimidad pudo disfrutar de películas que después su propio régimen censuró. Por ejemplo, Viridiana, la película con la que Buñuel ganó la Palma de Oro en Cannes, el único director español que lo ha conseguido. La proyección fue después de que el periódico de El Vaticano, L'Osservatore Romano, publicase una reseña de la película tachándola de anticristiana. "Mientras que el resto de españoles tuvimos que esperar a 1977, Franco la vio y mandó quemar todas las copias de la película y se anuló su españolidad, quedó apátrida y a nivel documental no existía el filme. Las copias en el extranjero sí se conservaron y se pudieron exhibir". Gracias a esas copias que quedaron intactas en países democráticos, hoy podemos disfrutar de esta cinta de Buñuel.

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Desenterramos la afición de Franco por el cine

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Henry Hatthaway y Edward Dmytryk, figuras del cine clásico de Hollywood, fueron dos de los directores que más siguió. Pero en esa sala también se proyectaron cintas como El manantial de la Doncella de Ingmar Bergman, Las noches de Cabiria de Fellini, El mensajero de Joseph Losey, El gatopardo de Luchino Visconti o Rashomon de Akira Kurosawa. Franco se llevó su afición por el cine casi hasta la tumba, ya que la última proyección documentada a la que asistió en El Pardo fue en octubre de 1975, un mes antes de morir.

El dictador también hizo sus pinitos como cineasta. Escribió el argumento de Raza -el primer borrador se lo corrigió el padre de Aznar-, bajo el seudónimo de Jaime de Andrade. Una película que posteriormente dirigió José Luis Saínz de Heredia. “Franco trataba de ensalzar su régimen y buscaba estar al lado de los vencedores, de lo que pensó que sería Hitler, y dijo: ‘vamos a hacer una película con las características propias de lo que es el nacional catolicismo de la España de aquel momento”, apunta Crusells. Incluso estuvo sobre la mesa hacer una segunda parte, pero el cambio de la Segunda Guerra Mundial con la victoria de las potencias antifascistas hizo que se abandonase el proyecto y no pasó de esbozar el argumento.

Pero, además de ser el protagonista muchas veces del NO-DO, también estuvo a veces detrás de las cámaras con unas filmaciones amateur que hacía, por ejemplo en el Pazo de Meirás, y que luego llegó a montar y sonorizar él mismo. Estas grabaciones pudieron verse en una ocasión en un programa del corazón en televisión pero después desaparecieron. Los hijos y los nietos, los que le acompañan ahora de El Valle de los Caídos al cementerio de Mingorrubio, nunca atendieron las peticiones para saber si las conservaban.

 

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