¿Los boicots los carga el diablo?

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Madrid
Casi todo lo que tocan Santiago Abascal y su partido acaba en polémica. Ayer el líder de Vox acudió a divertirse a El Hormiguero y su presencia vino precedida de una llamada al boicot desde las redes sociales que tuvo un éxito perfectamente descriptible: el programa fue visto por cuatro millones de personas, con una cuota de pantalla del 23.5%, el tercero más visto de su historia tras las entrevistas a Isabel Pantoja y Bertín Osborne.
No necesitaremos recordar que cada cual es libre de ver lo que quiera y hasta de intentar convencer a otros que le sigan en su decisión. Que es justo la misma libertad que ampara a Pablo Motos para invitar a quien crea conveniente por espinoso que sea su perfil. Desconozco las pérdidas o ganancias que cosechó ayer Abascal en términos electorales. Y es difícil adivinar si el efecto simpatía superó o no al efecto vacuna entre la audiencia. Lo único que sé es que en una democracia los escaños los reparten las urnas y no los audímetros o las encuestas: Julio Anguita siempre ha dicho que le hubiera gustado que la gente le hubiera querido menos y votado más. En una democracia madura, el ciudadano maduro tendrá a su disposición todos los elementos de juicio. Y aunque ayer se le vio cómodo a Abascal colocando sus mensajes, una hora de televisión es incapaz de maquillar lo dicho y lo hecho en estos meses desde las instituciones a las que, por cierto, llegó sin haber pisado en la vida el plató de El Hormiguero.