El pacto viscoso
La única regla que guía estos días a las cúpulas de los partidos es cómo y con quién habrá que pactar
Madrid
Que lo sepa todo el mundo: hay un Gobierno de izquierdas, y sin tapujos, en esta denostada Europa de los mercaderes que ha dotado a Portugal de una estabilidad asombrosa, que se ha ganado el respeto de todos, pero muy especialmente de los ciudadanos portugueses, que han repetido voto.
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¿Envidia? Pues sí, claro. Porque aquí pasan cosas muy distintas, pero sobre todo una terrible y para la que no se vislumbra solución: la desunión de la izquierda. Bastante tenemos con aguardar, con la respiración contenida, hasta el 10 de noviembre. Fea campaña tenemos, porque arrancamos de un espacio sucio y desabrido.
Ninguno de los partidos, y desde luego ninguno de sus líderes, sale a la plaza pública convencido de lograr una victoria que le permita gobernar en solitario. La mirada, fija en no perder terreno.
La única regla que guía estos días a las cúpulas de los partidos es cómo y con quién habrá que pactar. Adiós programas, adiós necesidades ciudadanas. Solo así se entienden contorsiones tan desesperadas, y tan indignas, como la del menguante Rivera. Titiritero.