La desaceleración económica nos pilla mirando a Torra

Madrid

Si conseguimos apartar la vista por un momento del segador foco catalán, veremos que nos ronda una vieja conocida: la desaceleración económica. Para unos es un simple resfriado, para otros un gripazo de padre y muy señor mío. Pero, en todo caso, desaceleración, de eso y acabé muy pocas dudas. La gente lo huele, pues está reaccionando defensivamente: hay miedo a gastar. Los últimos datos lo confirman, se ha estancado el consumo en los hogares y está creciendo el ahorro. Esto en el marco de una desaceleración global.

Del exterior, nos llegó este martes una señal elocuente: la Organización Mundial de Comercio ha reducido a la mitad la previsión de crecimiento del comercio mundial para este 2019. Ha pasado el 2,6 al 1,2. No se trata de magnificar ni de alarmar pero sería grotesco que Sánchez se repitiera el error de Zapatero de infravalorar las señales que no le gustan o que los demás partidos se agazapen sin mostrar con claridad sus cartas.

En cualquier caso, lo que esta mañana me interesaría plantear es qué aprendieron los partidos o qué aprendimos los ciudadanos de la crisis pasada, es decir, si llega una mala racha, que haríamos igual o qué haríamos distinto. ¿Deberíamos repetir la fórmula de equilibrar las cuentas aun a costa de más precariedad, de más desigualdad, o no ya a ese precio nunca? Cargar el gasto público, más impuestos, menos impuestos, cómo mejorar la productividad, nuevas tecnologías, industria, educación…

Ya decía que unos días que el contencioso catalán iba a copar el espacio público y vemos que es así, pero tenemos que abrir hueco, aunque sea codazos, para debatir estas cuestiones con las que las fuerzas políticas se lanzan constantes perdigonazos pero que muy rara vez confrontan en serio. Mejor será que no los llegue un mal viento de crisis porque nos va a pillar desprevenidos sin planes afinados y mirando a Torra.