Tormenta de verano
Permitiéndome el verano múltiples combinaciones en las que, me empeño, no falta el sexo.
Quiero ser la esposa a la que le meten mano cada vez que se la cruzan por el pasillo de la casa.
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Una pareja avistando una tormenta de verano / getty (GETTY)
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Madrid
La segunda quincena de julio es la más convulsiva del verano. La crisis climática nos deja sin esos tormentones después de una jornada calurosa. Que ya no llueva de verdad, no quiere decir que nuestros veranos no tengan sus grises acontecimientos. Convulsiones que alteran nuestra paz y que, a veces, dejan cadáveres. Distinguirlo porque ya no los dejamos pasar: Descubrir que la persona con la que compartes tu vida, a la que normalmente solo ves un rato por la noche, no es ni de lejos quien creíste. Descubrir que los polvos de quince minutos con los que tiras todo el año, te dejan a medias ahora que, como estás de vacaciones, no hace falta dormirse rápido.
Ante esto, solo cabe resolver. Preguntarnos qué queremos e ir a por ello. Elegir a la persona con la que queremos compartir nuestra vida, pero también desearla en nuestra cama. Aspirar a amantes que puedan hacernos felices cada vez que enreden. Hasta las semanas cambian sus rutinas en verano. De lunes a viernes las familias se juntan o separan. Ejercemos de madre, esposa y amante en la misma desbordante proporción que nuestro organigrama personal nos permite. Permitiéndome el verano múltiples combinaciones en las que, me empeño, no falta el sexo. Quiero ser la esposa a la que le meten mano cada vez que se la cruzan por el pasillo de la casa. Quiero ser la madre a la que tapan la boca cuando empieza a gritar porque, cariño, qué bueno eres. Quiero ser la amante que te sorprenda para que la mezas tanto como ella quiere. Quiero ejercer de todo lo que haga falta para volver a elegir a los que ocupen los puestos que me acompañen. Esposo, padre o amante, pero, por favor, en mi misma desbordante proporción.