Ramón Llull
Fue conocido en su tiempo por los apodos de Arabicus Christianus (árabe cristiano), Doctor Inspiratus (Doctor Inspirado) o Doctor Illuminatus (Doctor Iluminado) y, sin duda, es una de las figuras más fascinantes y avanzadas de la Edad Media
SER Historia: La Serra de Tramuntana en Mallorca (22/09/2019)
01:30:36
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/001RD010000005724409/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Madrid
Muchos creen que fue un santurrón medieval, dedicado todo el santo día a la oración dentro de su monasterio mallorquín. Y nada de eso. Pocos reparan que Ramón Llull publicó en 1283, muchísimo antes que Tomás Moro, la primera utopía de Occidente, la novela Blanquerna o que fue uno de los hombres más sabios del mundo, un trotamundos infatigable, inventor, polígrafo, filósofo, misionero, teólogo, cartógrafo, científico y matemático excepcional. Todo un polímata.
Nació año y medio después de la reconquista cristiana de Mallorca (que fue a cargo de Jaime I el Conquistador en 1231) aunque algunos biógrafos se aventuran a dar como fecha el 25 de enero de 1235. Era hijo de una familia acomodada, siendo sus padres Ramón Amat Llull e Isabel d'Erill. A los 24 años se casó con la joven Blanca Picany, quien le dio dos hijos: Domingo y Magdalena. Tenía todo lo que un joven de su posición podía tener: inteligencia, bienestar, buena familia y el cargo de preceptor del infante don Jaime. Era igual de hábil con la espada que con la pluma. En esta época, la obra de Llull se reduce a canciones picarescas, aptas para ser cantadas por juglares y trovadores. Fue sucesivamente senescal y mayordomo real del futuro Jaime II. Durante sus años en la corte, Ramón se dedicó a llevar una vida mundana y licenciosa, con toda clase de lujos y escandalosos adulterios.
Y cuando contaba 31 años de edad comienza una segunda vida. Tiene visiones de Cristo crucificado y la profunda impresión que le causa, le lleva a vender sus propiedades para adelantar la herencia de su mujer e hijos, a los que abandonó por sentirse llamado por Dios para predicar su palabra.
Eligió una cueva del monte Randa, a 25 kilómetros de la ciudad de Palma de Mallorca y allí creó su “campo de operaciones y de oraciones”, su lugar mágico de retiro al que fue durante largas temporadas en busca de sí mismo. Se dedicaba a la reflexión y la meditación, en medio de la soledad. Según él mismo cuenta, un día a la entrada de su cueva, apareció un pastor que describe como Jove, ab la cara molt plasent e alegre, y cuenta de él que en una sola hora le reveló tantas verdades como ningún otro hombre, aún revestido de toda la ciencia, podría contarle en dos días. Sirvió de espoleta para que, desde entonces, se esforzara por buscar el conocimiento auténtico en todas las disciplinas. Y para eso no podía estar siempre metido en su cueva. Fue asimilando todos los saberes de su época y empezó a viajar y predicar por Europa, Siria, Palestina, Egipto, Etiopía, Túnez y Argelia. 84 años de vida muy intensa y fecunda dejando una huella innegable en todo aquello que hizo.