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Un mal día lo tiene cualquiera

La peor condena por un libro

Una de las aficiones más duraderas de la humanidad es sin duda la intolerancia religiosa. Y eso es aplicable tanto a los que creen en una divinidad ligeramente distinta de la suya como a los que creen que no hay ningún tipo de entidad sobrenatural controlando o supervisando nuestras acciones y destinos

ullstein bild Dtl (Getty Images)

España

La intolerancia religiosa sigue estando presente en países como Estados Unidos o Irán, pero en Europa algo hemos mejorado en los últimos 300 años. Y si no, fijaros en nuestro protagonista de hoy, François-Jean Lefebvre de La Barre. Por el nombre, ya os habréis imaginado que era del país vecino, la patria de la Ilustración, el movimiento filosófico y científico que buscaba acabar con las restricciones de la superstición y la religión y dar la primacía en el saber a la razón.

La peor condena por un libro

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En el pueblo de Abbeville, se encontraron con que uno de los crucifijos de la ciudad había sido destrozado, y en la investigación sobre tan funesto crimen llegaron hasta François-Jean. Pese a que no había ninguna prueba de que él tuviera nada que ver con la gamberrada, en su casa encontraron uno de los libros pioneros de la Ilustración, el Diccionario Filosófico de Voltaire. La posesión de este libro prohibido fue determinante en el terrible 1 de julio que tuvo Lefebvre en 1766. El tribunal que examinó su casó lo declaró culpable de actos impíos, como cantar canciones blasfemas o no mostrar el debido respeto a la hostia cuando la llevaban en procesión. El hecho de que tuviera sólo 20 años no fue considerado como atenuante de ningún tipo. La sentencia difícilmente podría haber sido más dura: fue condenado a ser torturado, a llevar un cartel que pusiera “impío”, a confesar sus terribles crímenes delante de una iglesia justo antes de que le cortaran la lengua y lo llevaran a la plaza pública para que lo decapitaran. Después su cuerpo y su cabeza fueron incinerados junto con el libro de Voltaire que había sido la causa de su condena.

Así que cuando veáis a elementos dentro de nuestra sociedad que quieren arrinconar la razón y volver al oscurantismo, pensad en Lefebvre y todos los que murieron para que pudiéramos pensar y hablar en libertad.

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