Adiós
Y pasan los días, las semanas, y el lobo amaga por la izquierda, luego por la derecha, y asoma la oreja pero nunca los dientes
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Prokofiev compuso una música maravillosa para una vieja leyenda. Cuando se aburría, un pastorcillo gritaba ¡que viene el lobo!, y se partía de risa mientras sus vecinos corrían a esconderse. Hasta que un día el lobo llegó, y nadie atendió a sus gritos.
Así estamos nosotros. Mientras unos advierten que viene el adelanto electoral, otros están seguros de que es una amenaza para presionarles. Y entonces llegan los que dicen, así no pactaremos, y reciben exactamente la misma respuesta, pues así, nosotros tampoco. Y pasan los días, las semanas, y el lobo amaga por la izquierda, luego por la derecha, y asoma la oreja pero nunca los dientes. Y todos son aquel pastorcillo ruso, que se llamaba Pedro pero no se apellidaba Sánchez, y todos son sus vecinos, y todos dicen que no les mueven los sillones, sino las ideas.
Todos manejan encuestas, cifras, cálculos, y si hay que mentir, mienten, cualquier cosa menos ponerse en la piel de sus votantes. ¿Qué les gustaría más a quienes me han votado? ¿De verdad les importaría que yo no tuviera un cargo? ¿Les molestaría tanto que nombrara a alguien de otro partido? ¿Preferirían nuevas elecciones? El lobo llega siempre. Llega al final, cuando nadie lo espera, y da mordiscos que se comen medio grupo parlamentario de un bocado. Entonces ya no sirve de nada dar gritos, y las encuestas, las cifras, los cálculos, no consuelan a nadie de la realidad. Así que, de momento, yo me voy de vacaciones. Ha sido un placer, y un privilegio, dirigirme a ustedes todos los viernes. Ojalá sean muy felices.