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Soñando con la Luna

Fuente de gran cantidad de mitos, literatura y romanticismo ¿Qué tiene nuestro satélite que tantas pasiones levanta? Charlamos con la astrofísica Eva Villaver, autora del libro 'Las mil caras de la luna'

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Madrid

La Luna nos habla cada vez que aparece en el cielo. Solo hay que alzar la mirada para encontrarla, en medio de la oscuridad de la noche, vigilándonos. Elegante, discreta, hechicera. ¿Qué tiene nuestro satélite que tantas pasiones levanta?

Ningún otro astro ha inspirado tantas leyendas. Ya en la Antigüedad se creía que afectaba al estado anímico de las personas, de hecho, el término lunático proviene de esa creencia (la palabra latina lunaticus se refiere originalmente a la epilepsia o locura que se creía que causaba). La posible influencia que el ciclo lunar ejerce en nosotros se ha denominado efecto Transilvania y, pese a que la mayoría de profesionales de la psiquiatría y la psicología defienden que no hay ninguna base científica que lo justifique, la creencia sigue estando muy arraigada. De hecho, en 1995, el estudio “Belief in lunar effects on human behaviour”, del neurocientífico norteamericano David E. Vance, concluyó que el 81% de los profesionales de la salud mental aún creen que la gente actúa de manera extraña cuando hay Luna llena.

Bajo la influencia de la Luna

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De la Luna nos separa un viaje de tres días en cohete, unas 72 horas aproximadamente. Se formó hace 4.510 millones de años y tiene una masa de 5.900 millones de millones de millones de toneladas (sí, has leído bien). No fue hasta el 30 de noviembre de 1609 que un científico llamado Galileo Galilei, gracias al telescopio que había inventado, pudo asomarse a ella y descubrir realmente su rostro. Sus cráteres son cicatrices, en ellos se encuentran escondidos muchos misterios. Esta gran roca inerte, gris y polvorienta viaja a una velocidad de 30 kilómetros por segundo alrededor del Sol (da un poco de vértigo imaginarlo, ¿no crees?). Y por si alguien se queda con la duda de cómo se formó la teoría más aceptada por la comunidad científica es que, hace millones de años, la Tierra colisionó con un objeto celeste muy grande (del tamaño de Marte o mayor) y la Luna se formó a partir del material expulsado por aquella colisión.

El primer vuelo espacial no lo hizo el astronauta Yuri Gagarin, las verdaderas pioneras del espacio fueron unas moscas de la fruta (no sabemos sus nombres) que llegaron a alcanzar una altura de 108 kilómetros en cohete en 1946. Tras estas valientes viajeras hubo más animales que se lanzaron a la carrera espacial: tortugas, ranas, gusanos o ratas son solo algunos de los ejemplos. Por cierto, algunos de ellos no regresaron vivos a casa, pobres criaturas. Esto de enviar animales en cohetes espaciales no era algo nuevo, hacía tiempo que se venían utilizando para probar instrumentos de vuelo: ya en 1783 una oveja, un pato y un gallo sobrevolaron en globo los jardines del Palacio de Versalles en París. Toda una hazaña. Es importante reconocer el papel de los vuelos de animales como precursores de las misiones humanas ya que todos ellos abrieron el camino a Neil Armstrong y Edwin Aldrin, los astronautas que el 20 de julio de 1969 pisaron nuestro satélite por primera vez. La Luna es el único astro que hemos pisado los humanos. La última visita de los astronautas americanos fue en el año 1972.

Todas estas historias y muchas más puedes encontrarlas en el libro “Las mil caras de la Luna” (HaperCollins), de la astrofísica Eva Villaver, un paseo por la geografía de nuestro satélite, sus orígenes, su presente y su futuro. Un bello homenaje que muestra con gran maestría la importancia que ha tenido, y sigue teniendo, en todas las culturas: “La Luna está en los mitos, en la religión, en la poesía, en la ciencia. Es territorio de conquista y de imaginación. La hemos dibujado, pintado, fotografiado, filmado, pero, sobre todo, la hemos amado, porque no creo que haya un solo ser humano en el planeta a quien la visión de nuestro satélite no conmueva de algún modo”, afirma Villaver.

Mirar a través de la lente de un telescopio es tomar conciencia de que no somos nada en medio de la inmensidad del Universo. Y en medio de esa inmensidad la Luna siempre nos acompañará, siempre nos invitará a soñar. Seguirá estando llena de miradas que se clavaron en ella buscando una respuesta.

 
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