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Historia | Ocio y cultura

La velada de Villa Diodati

Aquella noche del 16 de junio de 1816 en Villa Diodati, a las orillas del lago Leman, se concibieron dos mitos, dos novelas góticas: Frankenstein y El Vampiro

SER Historia: Villa Diodati (02/06/2019)

SER Historia: Villa Diodati (02/06/2019)

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Madrid

En 1831 Mary Shelley volvió a escribir una segunda versión, ampliada y corregida de su Frankenstein o el moderno Prometeo. Y en ella nos revela, en el prólogo, cómo se le ocurrió la idea:

"En el verano de 1816 visitamos Suiza y nos convertimos en vecinos de Lord Byron. Al principio pasamos horas agradables en el lago o merodeando por sus orillas, y Lord Byron, que estaba escribiendo el tercer canto de Childe Harold, era el único de nosotros que ponía sus ideas por escrito… Pero resultó un verano lluvioso y desagradable, y frecuentemente una lluvia incesante nos confinaba en la casa durante días. Unos volúmenes con historias de fantasmas traducidos del alemán al francés cayeron en nuestras manos. Entre ellos estaba “La Historia del amante inconstante”, que, cuando creyó abrazar a la novia a quien había dado su promesa de amor, se encontró en los brazos del pálido fantasma a quien él había abandonado (...)

“Cada uno de nosotros escribirá una historia de fantasmas", dijo Lord Byron, y todos aceptamos su propuesta. Éramos cuatro. El noble autor comenzó un cuento, un fragmento del cual editó al final de su poema "Mazeppa". Shelley -más preparado para dar forma a ideas y sentimientos a la luz de la brillante imaginaría y en la música de los versos más melodiosos que adornan nuestra lengua que para inventar los mecanismos de una historia- comenzó una basada en las experiencias de su juventud. El pobre Polidori tuvo una idea terrible acerca de una mujer con cabeza de calavera que había sido castigada de este modo por mirar a través del ojo de la cerradura -no recuerdo para mirar qué- algo muy escandaloso y malo, por supuesto (...)

Me dediqué a pensar una historia, una historia que pudiese rivalizar con aquellas que nos habían incitado a esta tarea. Una historia que hablase de los misteriosos temores de nuestra naturaleza y despertase un horror excitante, que hiciese que los lectores temieran mirar a su alrededor, les helase la sangre, les acelerase los latidos del corazón. Si no conseguía todas estas cosas, mi historia de fantasmas no sería digna de su nombre. Pensé y reflexioné en vano. Sentía la incapacidad de la invención, que es la mayor desgracia del autor, la triste Nada que responde a nuestras ansiosas invocaciones. "¿Has pensado ya una historia?", me preguntaban cada mañana, y cada mañana me veía obligada a responder con una mortificante negativa (...)

Al final surgieron dos novelas morbosas y memorables. Los tres hombres que moraron en Villa Diodati murieron en el transcurso de los ocho años siguientes…

 

 
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