Matemáticas
Mientras otros se fiaban de las encuestas, yo confiaba en las matemáticas, porque son exactas, imparciales
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Cuando iba al colegio las odiaba, pero durante las últimas semanas han sido mi consigna y mi consuelo. Las matemáticas han sabido derrochar tanta ternura sobre mi espíritu que ahora me arrepiento profundamente de no haberles prestado atención a tiempo. Mientras otros se fiaban de las encuestas, yo confiaba en las matemáticas, porque son exactas, imparciales. Si, durante décadas, he votado a un partido que con un millón de votos sacaba dos escaños, me decía, ¿por qué no va a pasarles a ellos lo mismo? Si, durante décadas, la izquierda ha pagado el precio de ir a las elecciones partida en dos, ¿por qué a la derecha le va a salir gratis dividir entre tres? Yo lo veía claro, pero no lograba convencer a nadie. Sí, sí, me decían, pero ellos suman, ellos suman…
En estas elecciones he aprendido que muchos españoles, cautivos en la superstición de la superioridad congénita de la derecha, desprecian las matemáticas. Es el caso de los dirigentes del PP, que han pegado un volantazo a tres semanas de las municipales, repudiando lo que ellos mismos, su presidente, sus candidatos, decían hace una semana. Si, más allá del pobre Maroto, hubiera habido un cambio radical en la dirección del partido, cabría la posibilidad de que lograran engañar a alguien, pero Casado y Cayetana, el 155 permanente y el sí, sí, sí hasta el final, son inolvidables. Y tres también siguen siendo tres en el Parlamento de Andalucía, donde sin Vox, esa indeseable ultraderecha con la que el PP ya no quiere ni rozarse, no se aprobarán los presupuestos. Benditas sean las matemáticas.