El infierno en Los Ángeles
Cuando en el siglo XVIII los españoles fundaron una ciudad en California y le pusieron el nombre de Los Ángeles no se puede decir que tuvieran exactamente el don de la adivinación
Frederic J. Brown (Getty Images)
España
El 29 de abril de 1992 es una fecha que nos recuerda muchas cosas. Y casi ninguna buena. Ese día Los Angeles empezó a arder. Y no fue por uno de los incendios forestales que asolan periódicamente California. Fue por un veredicto judicial.
Tres meses antes, un ciudadano afroamericano llamado Rodney King fue víctima de una brutal paliza. Rodney había estado conduciendo bebido y habido intentado evitar un control policial. Cuando finalmente lo detuvieron, lo hicieron tumbarse en el suelo y le pegaron entre diversos policías. Los policías afirmaron que creían que iba armado y drogado. Ni una cosa ni la otra eran ciertas. Lo que no sabían ellos es que un vecino lo había grabado todo, y que no había manera posible de justificar sus acciones.
El 29 de abril la comunidad afroamericana estaba expectante. ¿Se haría justicia y los policías serían condenados por sus acciones? Pues no: la justicia pasó de largo. Fueron todos absueltos. Entonces estalló la furia de todos los que veían como la ciudad los trataba no ya como ciudadanos de segunda, sino como delincuentes que debían demostrar no serlo. Los destrozos fueron inmensos y las cicatrices sociales no han cicatrizado aún. Sobre todo, porque ni la policía ni la justicia han aprendido lección alguna de lo sucedido.
