Goya como símbolo
Madrid
Hace más de 30 años, un director artístico llamado Ramiro Gómez resolvió una bronca que se arrastraba desde hacía tiempo en la Academia de Cine. Querían crear unos premios, un homenaje a la profesión, una fiesta, pero no se ponían de acuerdo con el nombre: que si Premios Lumière, que si Premios Buñuel, también se barajó Premios Soles… al final triunfó el nombre de Goya.
Y lo hizo con tres argumentos: es un nombre corto, fácil de recordar; es una marca mundial de la cultura española; y su concepto de la pintura tiene mucho de cinematográfico, es casi secuencial. Acordémonos, si no, de las pinturas negras de Goya; podrían ser perfectamente un storyboard.
Yo no voy a meterme ahora a desmontar esos argumentos, porque además la tormenta de ideas tuvo por escenario una marisquería de Madrid, y en esos lugares suelen aparecer casi siempre cosas buenas. Hombre, es verdad que unos premios de cine con nombre de pintor puede sonar raruno, pero da igual; yo a lo que iba es a con qué Goya queremos quedarnos: ¿el del ‘Duelo a garrotazos’ o el del ‘Baile a orillas del Manzanares’?
Lo pregunto porque esos dos cuadros, tan distintos, tan opuestos, tan antagónicos, reflejan las dos almas de este país: la de andar por la vida a hostia limpia o la de disfrutar de la fiesta. Yo, sinceramente, prefiero la segunda. Por eso espero que mañana la gala de los Goya sea eso, una fiesta. Y por eso estamos hoy en Sevilla, en la Fundación Cajasol, que es uno de los motores de la actividad cultural de esta ciudad. Acompañados de amigos, de oyentes, de espectadores… muchísimas gracias.
Sólo una cosa para terminar: no sé si saben que Goya perdió la cabeza. O mejor dicho, que se perdió. Espero –y deseo- que a nosotros no nos pase lo mismo.