La última voluntad...postnavideña
Madrid
El que diga que todo está inventado, que nada queda por innovar, que ya todo lo conoce, y que patatin-patatán, el sabiondo de turno, en definitiva….además de ser tonto de capirote…¡ No sabe lo que se está perdiendo!
Hoy he descubierto un elemento, o una consecuencia, de las fiestas de Navidad del que sinceramente no tenía ni la más remota idea. Resulta que en este mes de enero, además de subir la cuesta, que eso lo hacemos todos….resulta que se cambian testamentos…¡¡¡a causa de las comidas, de las cenas, de las reuniones familiares!!!
Lo explica con mucha gracia –como siempre- el escritor Quim Monzó en “La Vanguardia”…pero es que no se inventa nada. Recoge lo que se publicó en un reportaje del “Diari de Tarragona” donde, efectivamente, varios notarios lo confirman. Imagino que si una bronca a los postres, que si una discusión de política, que si una nieta que no se presentó o un hijo que sacó de sus casillas al padre, o a la madre, da igual…. Pero confirman que después de las navidades, fruto de esos reencuentros familiares, se modifican testamentos.
A mí me parece una noticia sensacional, que transforma los manidos chistes sobre el cuñao o la suegra en material inflamable y que añade -¡atención!- otra pincelada sociológica muy curiosa al cuadro de nuestra vida cotidiana; porque si ya sabíamos que después de las vacaciones de verano se disparan los divorcios porque una pareja no se soporta viviendo juntos las 24 horas.
Si ahora resulta que en Navidad las costuras familiares también se rompen hasta el extremo de alterar testamentos… igual hay que cambiar todo lo que pensábamos sobre los proyectos compartidos y a largo plazo. Igual el secreto es verse poquito, y tratarse lo justo….pero entonces, pregunto yo: ¿eso qué es, un éxito o un fracaso? Ahí lo dejo.