Un poco de calma, por favor
Que todos los fanáticos bajen a la tierra, por favor, y andaluces, catalanes o franceses entiendan que vivir es, ante todo, convivir
Hay momentos que requieren de nuestra aceleración, en los que la sociedad necesita agitarse a sí misma para salir de un excesivo sosiego pernicioso, esa blanda molicie que nos deja desarmados ante tantos depredadores, madre de un sistema injusto que se ceba con los más débiles en beneficio de quienes más quieren. Pero también hay otros momentos en nuestras vidas que nos exigen reflexión en vez de frenesí. Para saber qué hacemos en Andalucía, por ejemplo, es conveniente enfriar los ánimos, sopesar pros y contras y luego, allá cuando hayamos barajado varias salidas, optar por alguna que mejore nuestras vidas, único objetivo que debería guiar a cualquiera de nuestras fuerzas vivas.
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Lo mismo deberían hacer en Francia los chalecos amarillos, la histeria convertida en movimiento social similar al de la peonza, sin más fin conocido que girar y girar hasta caerse muerto, flácido y sin fuerzas para nada. Por no hablar del hiperventilado Quim Torra, peligroso ectoplasma que añora, según dice, los violentos caminos que llevaron a Eslovenia a la independencia. ¿Qué broma es ésa? ¿De verdad quiere el president de la Generalitat, tonto accidente de la historia, empujar a los suyos a batirse contra las bayonetas, por utilizar una metáfora bien gráfica? Que todos los fanáticos bajen a la tierra, por favor, y andaluces, catalanes o franceses entiendan que vivir es, ante todo, convivir. Con respeto.