El juego de la gallina, otra vez

Madrid

Como en un guion de serie mala, cada vez que a los dirigentes independentistas les reclaman en la calle los suyos la república que no existió, ellos tiran para adelante desafiando al Gobierno de turno en España. Lo hizo Puigdemont hace un año y lo vuelve a hacer ahora por persona interpuesta. Quim Torra, abucheado en el aniversario del 1 de octubre y responsable por incapacidad o negligencia del asalto al Parlament, tiró para adelante ayer. En lugar de aclarar si quiere ser president de la Generalitat o activista callejero, se dedicó a amenazar al Gobierno pidiendo sentar antes de un mes las bases de un referéndum de autodeterminación. Y la pregunta esta mañana es: cuando amenaza con retirar el apoyo a Moncloa, ¿en nombre de quién habla? ¿Del grupo del PDCAT en el Congreso, dividido y descabezado? ¿En nombre de Esquerra Republicana, que le ha pedido una reunión urgente esta mañana?

Pedro Sánchez puede adelantar elecciones en cualquier momento, pero en última instancia esa decisión es suya y no está en manos de Torra. Sánchez puede incluso seguir gobernando con un presupuesto prorrogado. O con nuevos, si en un arranque del patriotismo que pregonan, los partidos de la derecha se abstuvieran.

Llamar ultimátum a la enésima huida hacia adelante de los autores del procés, es mucho llamar. Mientras Torra lanzaba su amenaza en el Parlament, en Madrid estaba reunida la comisión bilateral Gobierno-Generalitat para analizar la repercusión en Cataluña del nuevo plan de vivienda. Hay otra reunión prevista sobre infraestructuras el 15 de octubre. Hoy, Torra y sus socios de Esquerra deberían aclarar si van a seguir asistiendo y negociando en estas comisiones o si pretenden seguir amenazando con una mano y negociando con la otra.