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Janis Joplin

Las dos servilletas que convirtieron a Janis Joplin en una estrella

Se cumplen 50 años de Cheap Thrills, el álbum con el que Janis Joplin llegó al número 1 por primera vez

Janis Joplin durante una actuación en 1968 / GETTY IMAGES

Janis Joplin durante una actuación en 1968

Madrid

Al calor del verano Californiano, Janis Joplin trazó el plan que llevaría a la cantante texana a la cima del rock, a convertirse en la reina de un mundo de hombres, a dejar atrás aquellos días de colegio en Port Arthur en los que fue votada, con toda la mala leche de la adolescencia, como el chico más feo del instituto. En el verano del amor, Joplin se coronó en el Festival de Monterey hasta el punto de dar dos pases en el festival demostrando que quien puso su nombre en el cartel con letras pequeñas había cometido un gran error.

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En aquel festival, Janis presentó Ball and Chain, la canción de su adorada Big Mama Thornton que había escuchado en un club de San Francisco. Cuando Janis oyó aquella canción por primera vez sintió que estaba hecha para ella. Tras la actuación visitó a Thornton y le pidió permiso para tocarla. Escribió en una servilleta la letra y se la llevó a Monterey para presentarla en sociedad. Y fue un éxito, un éxito enorme.

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Poco después del festival que engrandeció a Hendrix y a Redding, Joplin y su banda entraron al estudio de grabación para dar forma a su segundo disco. Cheap Thrills llegó a las tiendas el 12 de agosto de 1968. Los nueve minutos de Ball and Chain cerraban ese disco que contenía también joyas tan resistentes al paso del tiempo como Summertime o Piece of my Heart. En octubre la banda llegaba al número 1 y en diciembre Janis ponía fin al grupo e iniciaba nueva aventura por su cuenta.

Aquella servilleta llevó a Joplin a lo más alto por primera vez consagrando a la texana como una de las grandes voces del rock. Dos años después, meses antes de su muerte, otra servilleta se cruzó en el viaje de Janis. La cantante se obsesionó con un poema de Michael McClure en el que pedía a dios que le comprase un Mercedes Benz. Una noche de fiesta con amigos, Joplin comenzó a improvisar sobre esa idea y Bob Neuwirth fue apuntado todo en una servilleta de un bar de Port Chester (Nueva York) antes de que Janis tuviese que salir al escenario. Para sorpresa de todos, Joplin incluyo la canción en su repertorio de aquella noche.

El 1 de octubre de 1970, Janis y la Full Tilt Boogie Band estaban en los Sunset Sound estudios de Los Ángeles grabando el que sería el álbum póstumo de la cantante. En un momento de cambio de cabezales de la grabadora, Janis comenzó a cantar la canción para entretener a sus compañeros. Otra grabadora estaba en marcha sin que ella lo supiese. Cuando terminó dijo: “Ya está”. Y se rió. Tres días más tarde, John Byrne Cooke, road manager del grupo, encontró el cuerpo sin vida de Janis en el hotel Landmark Motor de Los Ángeles. Sobredosis. 27 años. Unos días después, el productor habitual de Janis, el genial Paul Rothchild, puso el disco a la banda. “Era un álbum casi completo”, recuerda Cooke en las páginas de Anatomía de la canción (Marc Myers, Ed. Malpaso). La canción en la que Janis Joplin pedía a dios un Mercedes entró en el disco a capela y con su risa final. Pearl llegó a las tiendas meses después y alcanzó el número 1. “Hace 20 años encontré aquellas servilletas en la funda de una guitarra”, recuerda Bob Neuwirth en el libro de Myers. “Eran cuatro y estaba toda la letra. Hoy no tengo ni idea de dónde pueden estar”, añadía.

 
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