Sean felices
Me tomo el verano para descansar, pero también para pensar, porque en los últimos meses hemos vivido demasiado, y tan deprisa que apenas he tenido margen para reflexionar entre aplauso y aplauso
Sean felices
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¿Se acuerdan de cómo vivíamos hace dos meses? ¿Recuerdan aquellas encuestas que auguraban una eternidad de gobiernos de la derecha y una izquierda abocada a no salir de la UVI? ¿Y aquellos veranos en los que no pasaba nada, los recuerdan? Este año me tomo vacaciones con una sensación inédita. He descubierto que las alegrías también cansan. Ustedes pensarán que soy demasiado mayor para aprenderlo ahora, pero la verdad es que la vida me ha convertido más bien en una experta en disgustos. Quizás por eso, me bajo hoy de esta columna con tantas ganas de vacaciones como pesar por lo que voy a perderme, porque me encantaría comentar las quejas de los jueces de Pamplona por la presión popular, el compromiso de un gobierno dispuesto a afrontar al fin la infamia de las fosas, la supresión de la asignatura de religión como materia evaluable, la reaparición estelar de la princesa Corinna y la calidad del acento con el que habla nuestro idioma, la evolución del “no es no” hacia el “sólo sí es sí”, las consecuencias de las primarias del PP y los avatares de su inminente congreso. Me tomo el verano para descansar, pero también para pensar, porque en los últimos meses hemos vivido demasiado, y tan deprisa que apenas he tenido margen para reflexionar entre aplauso y aplauso. Sé que esta fiesta no va a durar siempre, pero estoy dispuesta a disfrutarla hasta el final, porque llevo a cuestas muchos disgustos que compensar. Disfruten ustedes del verano y sean felices.
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