Inmigración, partitura para coro
La posición Merkel 2015 era válida. Hubiera funcionado si, en lugar de dejarla sola, los demás países hubieran compartido su responsabilidad, y no solo de boquilla
Ante el fenómeno de la inmigración todos los fantasmas andan sueltos. La sociedad, preocupada por los problemas que padece y atemorizada por los que imagina, está además desastrosamente dirigida por la política, que vive en pánico por el marcaje de los populismos, y que ya no ve seres humanos que pueden llegar sino votos que pueden irse. Porque el fenómeno es global pero el voto es nacional y, desde hace mucho tiempo, pero de forma ya descarada desde la crisis del 2008, cada país es un avestruz que esconde la cabeza en sus urnas.
El compromiso de Merkel el 31 de agosto de 2015, su famoso ‘podemos lograrlo’, aquel acto de fe en la capacidad de Alemania para integrar a los refugiados, significó el ingreso de cientos de miles de ellos en medio de un fervor hospitalario que conmocionó al mundo. Lo malo es que también conmocionó a sus países vecinos del este, que empezaron a cerrar sus fronteras, y a los socios bávaros de la canciller, y a los votantes, y hoy es el día en que el gobierno Merkel está en peligro y sus buenas intenciones han desfallecido. Sin embargo, la posición Merkel 2015 era válida. Hubiera funcionado si, en lugar de dejarla sola, los demás países hubieran compartido su responsabilidad, y no solo de boquilla. Pero aquel ‘sálvese quien pueda’ de los avestruces lo hizo fracasar.
Europa tiene capacidad de sobra para regular y absorber esos flujos, porque el fenómeno de la migración es una partitura para coro, no para solistas, ni para dúos ni para tríos. El domingo en la cumbre de Bruselas seguramente el coro no podrá ni siquiera llegar a constituirse en su totalidad: los países de llamado grupo Visegrado –Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia-, ya han dicho que ni siquiera acudirán.