El efecto Tarragona
Ojalá el deporte sirva para tender puentes, activar conciencias y para que el mundo rechace el avance de fascistas y xenófobos
Tarragona
Faltan menos de cinco horas para el acto inaugural de los Juegos Mediterráneos Tarragona 2018, un acto que tendrá su parte de morbo político por la coincidencia del rey, el presidente del Gobierno y el president de la Generalitat.
Ya sabrán además que Joaquim Torra ha anunciado la ruptura de relaciones con la Casa Real y que piensa transmitirle a Felipe VI su protesta por el famoso discurso del 3 de octubre. Todo eso ya lo sabemos y será noticia, sin duda; pero hay más, mucho más.
De entrada, la presencia de 4.000 deportistas de 26 países, de tres continentes; la transformación de una parte de Tarragona que quedará como herencia para la ciudad, al estilo –en pequeña escala- de lo que ocurrió en Barcelona con los Juegos Olímpicos; y sobre todo la coincidencia de esta cita deportiva con el drama que azota a varios países mediterráneos.
El alcalde de Tarragona recuerda hoy en un artículo en El Periódico que estas mismas aguas que vieron nacer las artes, la filosofía y el pensamiento, son las mismas que ahora contemplan el drama de una crisis humanitaria y la falta de solidaridad con los refugiados. Y tiene toda la razón.
Ojalá el deporte, eso que algunos califican de diplomacia suave, sirva para tender puentes, para activar conciencias y para que el mundo –al menos esta parte de mundo- rechace el avance de fascistas y xenófobos. Creo que esa es la invasión –o la avalancha- que de verdad debería preocuparnos.