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Caso La Manada

La importancia de llamar a las cosas por su nombre

La semana, marcada por la sentencia de La Manada, exige citar las palabras sin eufemismos: violación o revolución, por ejemplo

Manifestaciones en contra de la sentencia de 'La Manada' / Gari Garaialde (Getty Images)

Manifestaciones en contra de la sentencia de 'La Manada'

Madrid

Pasaron varios años hasta que la España democrática se dio su nuevo Código Penal. Fue en 1995, en la última legislatura de Felipe González, y aquellas Cortes establecieron la diferencia entre el abuso y la agresión sexual a partir de la doctrina judicial del momento. Si se revisan ahora las actas de aquellas sesiones parlamentarias se verá que apenas hubo debate sobre el tipo de delito sino, más bien, sobre la edad para mantener relaciones. En aquel primer código no figuraba la palabra ‘violación’ y un diputado trató sin éxito de enmendarlo: “Nos parece que es una necesidad mantener ese nombre porque la semántica es muy importante. Lo mismo el asesinato que la violación son palabras que todo el mundo sabe en qué consisten”, señaló Diego López Garrido, entonces en IU.

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La semántica es muy importante: a las cosas hay que llamarlas por su nombre. No es lo mismo un abuso que una agresión y, en su sentencia por el caso de ‘la Manada’, el tribunal ha descrito aquello que todos conocen como violación. Dos de los jueces, sin embargo, lo llamaron abuso. Para el tercero ni siquiera hubo caso, sino “ambiente de jolgorio”: “Lo que me sugieren sus gestos, expresiones y los sonidos que emite (la víctima) es excitación sexual“. Nada volverá a ser igual después del fallo y de ese voto particular que contiene frases humillantes. En realidad, ese voto contiene una visión caducada y patriarcal del mundo aún extendida en amplios ámbitos del poder.

La sentencia es uno de los hechos más relevantes del año, que conecta con la histórica movilización feminista del 8 de marzo y que confirma que está en marcha una transformación social que no esperará a la política. Se comprueba, de entrada, con la ola de indignación inmediata y simultánea que provocó el fallo. Supone, además, una llamada para los partidos, en cuyas manos están las leyes que aplican los jueces. Hace sólo unos años, quizá unos meses, hubiera resultado impensable este consenso político en torno a la necesidad de revisar la tipificación de los delitos. Sucedía al contrario: si los políticos se metían en los castigos penales era para polarizar con polémicas que estimularan el voto, como con la prisión permanente revisable o con la posibilidad de ampliar el concepto de terrorismo. Algo ha cambiado y ese cambio, uno de los más interesantes y aglutinantes de las últimas décadas -lo que siempre se llamó una revolución-, no ha venido de la política.

Y, al fin, el foco ha empezado a situarse sobre el estado de la justicia. El respeto por la decisión de un tribunal, que hasta ahora ahogaba cualquier debate, no es incompatible con plantearse si los jueces reciben la formación necesaria, si existe una visión plural del derecho en las instancias más altas o qué mecanismos combaten la abrumadora presencia de hombres en los puestos de mayor responsabilidad.

La semántica lo es todo: han descrito una violación pero lo han llamado de otra manera.

En lo político, la semana ha tenido también sus sustantivos. Cloacas, propuso la oposición para referirse a la maniobra que tumbó a Cristina Cifuentes. Ella, que sobrevivió un mes entre mentiras hasta que le restregaron los dos botes de crema, lo llamó extorsión. Ha quedado a la vista lo que hay dentro del PP de Madrid sin que nadie en el PP se exclame por la humillación. Considera Ciudadanos que los dosieres y el espionaje dan miedo y que al PP hay que mandarlo a casa y por eso apoyarán al presidente que proponga el PP para Madrid y aprueban los presupuestos con los que Rajoy puede acabar la legislatura. Lo que suele llamarse un socio. Pero Ciudadanos replica que los socios no son ellos, sino el PNV, que también apoya las cuentas y sostiene a Rajoy. El caso es que al PNV se le nota menos exigente con el PP por el 155 en Cataluña y a cambio Rajoy ha olvidado todo aquello que acababa de decir sobre la inviabilidad de subir las pensiones según el precio de la vida. Eso también tiene un nombre. En medicina lo llaman amnesia. En política, contorsión. O supervivencia.

 
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