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Un euro, 166 pesetas

Nos jugamos mucho en la reforma del euro porque el dilema sigue siendo el mismo: ¿Compartimos moneda y riesgos? ¿Solo moneda? Cuando todo va bien no hay problema, pero ¿qué pasa con la solidaridad cuando vienen mal dadas?

Un euro, 166 pesetas

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Madrid

Nada ha determinado tanto nuestra vida económica como el euro. Quizás alguno de ustedes se acuerde de cuando un café costaba 100 pesetas y de la noche a la mañana pasó a costar un euro, es decir 166 pesetas. A cambio de pagar un 50% más por el cafecito, todos los europeos parecíamos ciudadanos iguales con un destino común. Por fin. El euro era, es, una buena idea, la mejor idea en un mundo global. Por eso nos dio días de rosas, pero su primera gran crisis nos enfrentó a una Europa con una moneda única y una realidad dual: la Europa rica que compartía moneda pero no quería compartir los riesgos, y la Europa pobre que compartía moneda pero que mandaba poco y se vio obligada a aplicar la austeridad extrema que le imponía la rica, al precio que fuera. Y el precio de la austeridad fue descubrir que el café de 100 pesetas lo estábamos pagando a 166 sin que nuestra economía real hubiera crecido al mismo ritmo que el ticket de la cafetería. La tormenta fue tan fuerte que estuvo a punto de cargarse la moneda. No se la cargó, pero en los países del sur dejó un rastro de paro y desigualdad que todavía estamos pagando. Y pérdida de fe europeísta en países como Grecia, Italia o España.

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Ahora se propone la reforma del euro. Nos jugamos mucho en esa reforma porque el dilema sigue siendo el mismo: ¿Compartimos moneda y riesgos? ¿Solo moneda? Cuando todo va bien no hay problema, pero ¿qué pasa con la solidaridad cuando vienen mal dadas? Francia pone el acento en la solidaridad, Alemania en lo que llaman responsabilidad, que traducido quiere decir que cada palo aguante su vela. La moneda es de todos pero los problemas son tuyos.

¿Y los demás no tenemos nada que decir? Sí, claro que tenemos que decir. Cada gobierno está haciendo su propuesta y acabamos de conocer la propuesta del español. No la ha consultado con el resto de partidos, y eso que está en minoría en el Congreso. Eso nos dicen al menos tanto el PSOE como Ciudadanos. Y la propuesta española renuncia de entrada a los grandes mecanismos de solidaridad: los eurobonos, el tesoro único y un seguro de paro común europeo. Es decir, compartimos intereses con países como Francia, pero no queremos molestar a Alemania. En definitiva, la cuarta economía del euro se pone de perfil.

Dice el Gobierno que lo importante es conseguir el acuerdo en la cumbre de junio aunque haya que renunciar a parte de tus objetivos. No está mal, pero ¿qué tal si aplicara esta receta a los grandes problemas nacionales?

 
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