Los traidores
En nuestro país nunca nos han faltado los que, con dictadura o con democracia, se han empeñado en imponernos el manual de instrucciones para ser buenos patriotas. Pero, hasta ahora, moscardoneaban lejos. Últimamente ha saltado al primer plano
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Madrid
Curzio Malaparte explicó muy bien las dictaduras cuando dijo que en ellas todo lo que no es obligatorio está prohibido. Los que vivimos en el franquismo hasta nuestra edad adulta damos fe de que es así. En la dictadura, el margen de discrecionalidad era muy estrecho. Había muy pocas cosas abiertas a la libre interpretación individual. O era imperativo hacerla o no se podían hacer.
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La democracia invirtió la situación y los campos de lo obligatorio y lo prohibido se estrecharon. Bien es verdad que en nuestro país nunca nos han faltado los que, con dictadura o con democracia, se han empeñado en imponernos el manual de instrucciones para ser buenos patriotas. Pero, hasta ahora, moscardoneaban lejos. Últimamente ha saltado al primer plano.
Comprendo que como reacción a la calentura independentista haya rebrotado un fuerte sentimiento españolista, pero se supone que ese sentimiento puede ser perfectamente democrático y no negar el derecho de los demás a su propia opinión. Sin embargo, algunos guardianes de las esencias patrias están logrando imponer lso principios fundamentales de su movimiento resumidos en dos. Uno: la equidistancia es traición. Dos: llamas equidistancia a cualquier matiz o reparo al discurso patriótico correspondiente. De forma que si usted está en total desacuerdo con el independentismo, pero cree que los líderes independentistas no deberían seguir en prisión preventiva o que la acusación de rebelión está forzada, pasa a ser traidor a España. Salvo que sea usted juez alemán, en cuyo caso se convierte en traidor a Europa.
Senso contrario. Si considera que desde el 6 de septiembre pasado, el independentismo se saltó antidemocráticamente todos los marcos legales, pasa a ser traidor a Cataluña, aunque sea usted independentista desde pequeñito.
Esta corriente inquisitorial que nos trae la fetidez del franquismo, tiene un inconveniente además que tapona todas las salidas porque así como del franquismo salimos templando los radicalismos, del atolladero catalán solo nos sacará la gestión de la equidistancia. Y como a los que nos sacaron del franquismo, les llamarán también traidores.